Eurocopa

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

AFP7 vía Europa Press | EUROPAPRESS

02 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El juego ha llevado a muchas personas a la perdición. A otras las ha encumbrado a la gloria. Aunque para Einstein el juego fuese una forma elevada de investigación, no todas las experiencias en este campo son memorables. A mi bisabuelo le pegaron un tiro porque le ganó una leira a un amigo en una partida de cartas. Lo dejaron cojo para siempre. El azar es fuente de pasiones, y en el fútbol también juega un papel crucial, aunque la calidad es determinante. Eslovaquia estuvo a punto de hundir a Inglaterra, pero Bellingham la salvó en el último suspiro. Mi primer recuerdo del balompié son partidos interminables en una pista miserable sin asfaltar. Las porterías eran cuatro piedras y había que apartarse cuando pasaban el cura o el médico en sus Seiscientos. Entre medias, había patadas a saco y las discusiones acababan más allá de las palabras. Incluso, con narices ensangrentadas y ojos a la funerala. La pasión vencía cualquier atisbo de espíritu olímpico. A uno le vienen estas cosas a la mente ante la invasión futbolera del momento, la Eurocopa, que acapara la atención general. Estos días no duelen la inflación ni las listas de espera. Lo que sucede en Gelsenkirchen, Dortmund o Stutgart ha dejado al ralentí a media Europa. En jornadas así, los ataques con drones a Dniéper, los bombardeos de Gaza o las tragedias migratorias del Mediterráneo dejan de acelerar el ritmo cardíaco. Bendito fútbol, que incluso ha favorecido la renovación del Consejo del Poder Judicial sin que hooligans de uno y otro bando arruinaran la operación. No todo lo puede, no obstante. Mbappé no ha tenido éxito en su llamada contra Le Pen. Y en Alemania deja ver las costuras a sus infraestructuras y el derrumbe del mito de la perfección.