La historia del átomo es apasionante. El concepto de átomo ha ido cambiando a lo largo de los tiempos en función de la información de la que se disponía. Dalton imaginó a los átomos como esferillas indivisibles.
El electrón se caracterizó en los tubos de rayos catódicos. Es una parte del átomo, lo cual demuestra que el átomo no es indivisible. Thomson propuso que el átomo era como un pudin de pasas en el cual los electrones estarían distribuidos en el átomo de forma equivalente a como están las pasas en el pudin.
Los experimentos realizados por Rutherford, demostraron que la masa de los átomos estaba concentrada en una zona muy pequeña: el núcleo. Posteriormente se comprobó que el núcleo estaba formado por: protones, con carga positiva y neutrones sin carga. Los electrones, de carga negativa, giraban en órbitas circulares en torno al núcleo. Según Niels Bohr los electrones solo podían tener unos valores determinados de energía. Esa idea entroncaba con la mecánica cuántica, establecida por Max Planck: la energía solo puede tomar valores que son múltiplos del mínimo de energía (el cuanto).
Arnold Sommerfeld, por su parte, demostró la existencia de órbitas elípticas, además de las circulares. Tanto el modelo de Bohr como el de Sommerfeld usan números cuánticos para situar los electrones en las órbitas.
El físico austríaco Schrödinger estableció el modelo cuántico completo del átomo: las órbitas lineales pasan a ser orbitales.