En la novela, obra de un famoso escritor inglés residente en Estados Unidos, se relata el enfrentamiento entre dos organizaciones criminales que se disputan el control de una ciudad. En un pasaje se describe cómo una de aquellas bandas trata de descubrir, con ayuda de la atemorizada población, quién es el autor de las desgracias que le sobrevienen: «A ellos nadie les mentía. De eso estaban muy seguros. La gente había visto lo que les pasaba a quienes les mentían. En vez de eso todos se rebanaron los sesos. Pero los resultados fueron decepcionantes». Al lector se le deslizaron las gafas hasta el extremo de la nariz. Aquel «se rebanaron los sesos» no era, sin duda, obra del aspirante a suceder a Hammet, a Chandler o a Ellroy. Tenía que ser cosa de la traducción.
Rebanarse los sesos es un malapropismo por devanarse los sesos. Rebanar significa cortar algo en rebanadas o separándolo de aquello de lo que forma parte. Devanar es estar dándole vueltas a algo, como un hilo o un alambre, alrededor de un eje. De ahí la locución devanarse los sesos —Valle-Inclán hablaba del devanar de los meollos—, que significa ‘cavilar o pensar mucho'. Esto último es lo que, en la mente del escritor, seguramente hacía la gente mencionada en la novela. Lo más próximo a rebanarse los sesos de lo que hemos tenido noticia fue un caso que un periódico español presentó así hace años: «A punto de rebanarse los sesos. Un chino sobrevive cuatro años con un cuchillo de diez centímetros en el cráneo».
Con demasiada frecuencia se emplea rebanarse los sesos por devanarse los sesos. A lo que puede ser prevaricación idiomática, ignorancia o descuido de algunos hablantes, se suma la intención humorística de algunas personas que incurren conscientemente en el pecado. Pero los casos detectados en decenas de libros no son comparables con las informales charlas de bar ni recurso literario.
Hace un par de años se hizo una encuesta en la que se preguntaba a la gente por qué opción se decantaba, por devanarse o por rebanarse los sesos (no se preguntó si preferían rebañar platos de sesos). Cerca de un tercio de los que se pronunciaron optaron por la segunda expresión. Algunos de quienes la emplean serán de los que se destornillan hablando sin seso. Como decía un reputado creador de lenguaje, nos ponen los pelos de gallina y la carne de punta.