De padres helicóptero a madres dron

César Casal González
césar casal CORAZONADAS

OPINIÓN

AYUNTAMIENTO DE CAMPO DE CRIPTAN | EUROPAPRESS

07 jul 2024 . Actualizado a las 10:02 h.

Da igual si son ellos o ellas. Da lo mismo lo que pilotan. Algunos un helicóptero. Otras, un dron. Los expertos nos avisan que estamos ejerciendo un control absoluto sobre nuestros hijos. No todos. Pero que esta mayoría absoluta de controladores crece. Contamos en un reportaje en La Voz que una señora con perro le decía a una madre: «Sujete a su hijo». Es lo único que a muchos les falta por hacer. Queremos vigilar la vida de nuestros hijos como si pudiésemos hacerlo. Es un error gigantesco. Solo nos queda esa tentación de ponerles correa. Las chavalas y los chavales crecen como nosotros mismos con sus errores, a base de aciertos y fallos. Estímulo, respuesta. Ensayo, error. Es más viejo que el pan. Intentar evitarles cualquier disgusto es un imposible y solo nos hace daño a nosotros y a ellos. Hay madres dron en los colegios que parece que se examinan ellas. No entran en el aula a hacer el examen porque no las dejan. En coherencia con esa actitud proteccionista ya se tiraron años haciéndoles los deberes. En teoría, ayudándoles a hacerlos. Pero es una expresión demasiado generosa.

Tiene que existir un término medio entre lo que vivimos nosotros como niños y lo de ahora. Las redes sociales no ayudan. Nuestros hijos, muchos, lo cuelgan todo sin darse cuenta de que se están colgando ellos. Conozco a padres que intentan controlar las aplicaciones de sus jóvenes. Seré un irresponsable, pero no quiero ser un seguidor de redes de mis hijos. Sigo prefiriendo poder comer con ellos y que me cuenten lo que quieran por el método de toda la vida de hablar y escuchar. Cuando me refiero a ese término medio entre antes y ahora, estoy aludiendo a la exagerada libertad para partirnos la crisma de los que fuimos la generación del baby boom, los de la EGB, y los chavales de ahora hipercontrolados. Ya hemos contado que los parques en los que jugábamos no estaban acolchados como los de ahora. Las bicicletas no tenían motor eléctrico ni las podíamos coger con una aplicación del móvil. Las bicis las heredamos de nuestros hermanos y se sostenían de pie de milagro. No tenían casi frenos. Estaban oxidadas. No pasaban ni de broma una ITV de bicis con los modelos de lujo que se ven hoy. ¿Usar casco? ¿Qué es un casco?, te contestaría cualquier chaval de la época. Está bien que la sociedad haya avanzado, pero de ahí a controlar a nuestros hijos hasta el milímetro, en teoría para cuidarlos como si no hubiese un mañana, hay un mundo. Si tu hijo tiene las rodillas y los codos con postillas, es que estás haciendo bien las cosas. Nuestros hijos, por mucho que los queramos, son del mundo y de la vida. Como lo somos nosotros. Hipercontrolar solo lleva a que hiperventilen el chaval y sus padres. Es imposible volver a vivir nuestras biografías a través de las de los hijos. Es imposible y no tiene sentido. Ahora que estamos en verano y en sus vacaciones, levanten el pie del acelerador de control, quiten el dedo del mando a distancia con el que creen que vigilan a sus hijos y déjenlos que se diviertan. El corazón es una esponja. Tiene que empaparse. También con lágrimas amargas.