Francia ante la ultraderecha

Miguel Paradela López PROFESOR DEL DEPARTAMENTO DE RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE COMILLAS

OPINIÓN

CHRISTOPHE PETIT TESSON | EFE

07 jul 2024 . Actualizado a las 22:16 h.

Muchas son las lecciones que podemos sacar de las pasadas elecciones legislativas en Francia. La primera y más obvia es que la política la hacen los políticos con sus decisiones. La hizo el presidente Emmanuel Macron, al convocar unas elecciones anticipadas, pensando equivocadamente que así podría mitigar el ascenso de Agrupación Nacional y aprovecharse de la división de los partidos de izquierda en Francia. La hicieron los representantes de dichos partidos, cuando rápidamente suspendieron sus disputas y conformaron el Nuevo Frente Popular. Y decididamente la hicieron Jordan Bardella y Marine Le Pen, al conseguir que, en primera vuelta, un partido de ultraderecha se convirtiese en primera fuerza en votos en la Asamblea Nacional.

Si bien el resultado de la segunda vuelta de las elecciones aleja la designación de un candidato de Agrupación Nacional como primer ministro, son muchas las incertidumbres que nos quedan. La primera tiene que ver con la naturaleza de las posibles alianzas que surjan de la nueva Asamblea Nacional, que se encuentra dividida en tres bloques con grandes diferencias políticas.

La segunda concierne a la figura del presidente Macron, quien ve debilitado el resto de su mandato hasta el punto de arrojar dudas sobre la viabilidad del proyecto político Renacimiento, iniciado en 2016.

Sin embargo, la mayor y más acuciante incertidumbre corresponde a cómo ha sido posible un resultado tan alto de Agrupación Nacional. Si bien es cierto que el llamado «cordón sanitario» y la retirada de cientos de candidatos en segunda vuelta han permitido evitar la victoria de la ultraderecha, sería un grave error caer en el triunfalismo e ignorar los alarmantes síntomas que evidencia la sociedad francesa.

El inesperado resultado de Bardella no es una anomalía política, ni estamos ante una sociedad en crisis económica que se vuelca en un enemigo externo por sus padecimientos económicos. Por el contrario, su ascenso es el resultado del creciente apoyo que el proyecto ultraconservador, euroescéptico y de marcada oposición a la migración viene recabando en los últimos 10 años. Y, por eso, tenemos la obligación de preguntarnos qué ha fallado para que un país históricamente diverso en términos étnicos y con una democracia consolidada, abrace cada vez más opciones autoritarias y excluyentes.

¿Estamos únicamente ante el agotamiento del proyecto de Macron o existe un problema más profundo de desafección política frente a representantes e instituciones?

Es posible que quizás sea suficiente con fortalecer el «cordón sanitario» y esperar que este resista. Pero puede que también tengamos que atender estos signos de alarma y buscar nuevas vías a través de las cuales los individuos se sientan vinculados con sus gobernantes.