Entre párpados: la blefaritis

Francisco Gómez.-Ulla de Irazazábal DIRECTOR MÉDICO DE MIRANZA INSTITUTO GÓMEZ-ULLA. CATEDRÁTICO DE OFTALMOLOGÍAS

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

16 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Si han notado enrojecimiento y dolor en los párpados con secreciones o costras en las pestañas, probablemente sea síntoma de que padecen blefaritis, un trastorno que puede causar molestias considerables, pero que a menudo se subestima o ignora, a pesar del gran impacto que puede tener en la calidad de vida de quienes la padecen.

La blefaritis, del griego blepharon (párpado) e -itis (inflamación), es una inflamación del borde de los párpados que se acompaña de picor y enrojecimiento de la piel circundante. Normalmente, las glándulas de los párpados producen un exceso de grasa que, una vez acumulada, provoca una inflamación y favorece la proliferación de bacterias causantes de la irritación y la infección. En la mayoría de los casos, suele tratarse de una afección crónica que suele darse en todas las edades, aunque más comúnmente en personas mayores de 50 años.

Uno de los aspectos más preocupantes de la blefaritis es su tendencia a pasar desapercibida. Sus síntomas pueden variar desde picazón y enrojecimiento hasta sensación de arenillas en los ojos y formación de escamas y costras en las pestañas. Estas molestias, generalmente no son graves, pero sí que pueden interferir significativamente con la vida diaria y la capacidad de concentración, especialmente si se vuelven crónicas.

A pesar de su prevalencia y sus efectos negativos, existe la creencia errónea de que se trata simplemente de una molestia pasajera que desaparecerá por sí sola. Por ello, es importante destacar que la blefaritis no solo es una molestia temporal, sino que también puede contribuir al desarrollo de problemas oculares más graves si no se trata adecuadamente.

Es importante resaltar que existen varios tipos de blefaritis, lo que condicionará la elección del tratamiento más adecuado. Por un lado, tenemos la blefaritis leve, que es el tipo más común y que con el tratamiento adecuado suele reducir sus síntomas en pocos días. También, la blefaritis crónica, que se produce por una disfunción de las glándulas meibomio que se encuentran en el párpado y causan una serie de secreciones que son capaces de reducir la evaporación de lágrimas, formando una capa lipídica que cubre la capa más acuosa en la superficie ocular; aunque otras veces el mal funcionamiento de estas glándulas puede dar lugar al efecto contrario, que haya poca secreción lipídica y se produzca una mayor evaporización de la lágrima y contribuya a la aparición del «ojo seco». También existen otras blefaritis como la escamosa, la estafilocócica o la alérgica, que provocan desde picor hasta escamas en el párpado o irritación constante.

Actualmente la blefaritis no tiene cura definitiva. Sin embargo, gracias a los tratamientos con los que contamos, puede controlarse. Su gravedad está condicionada por la afectación secundaria de la córnea, por lo que siempre es necesario acudir al oftalmólogo para valorar cada caso en particular. Si el trastorno se trata debidamente, el paciente puede llevar una vida normal y sin mayores complicaciones.

Las recomendaciones más habituales que debemos seguir se centran principalmente en mantener una buena higiene palpebral mediante la limpieza diaria de los párpados usando una toallita impregnada con un líquido adecuado o mediante la limpieza con bastoncillos del borde los párpados. También podemos masajear los párpados para facilitar la salida de la grasa, especialmente si aplicamos calor local. Aparte de estas medidas sencillas, si son insuficientes su oftalmólogo le indicará si necesita añadir antibióticos o antiinflamatorios.