No soy ni vaga, ni vividora ni parásita
Hay quien trata a la gente que recibimos alguna ayuda económica de vagos, vividores y parásitos. Y seguro que «habelos haylos», pero no todos somos así; para mí, recibir una ayuda económica es humillante. Teniendo un buen currículo y después de superar una enfermedad autoinmune, el destino ha querido que esto, junto con mi sexo y mi edad, hayan confluido para convertirme en una parada de larga duración, excluida siempre de todos los procesos selectivos. Así me vi solicitando el ingreso mínimo vital, que me fue concedido.
Quise aspirar a algo más que a cobrar 400 euros al mes, y me embarqué en un proyecto de Orientación Sexual Online para Jóvenes. Tuve que pedir subvenciones para llevarlo a cabo, y la concesión de subvenciones no es gratuita ya que te obligan a estar un mínimo de tiempo pagando la cuota de autónomo. El proyecto no salió como esperaba y no tuve ingresos. Además, por haber recibido subvenciones (que fueron destinadas a poner en marcha este proyecto baldío), el ingreso mínimo vital de 400 euros lo han reducido a 131,15 euros al mes. Es decir, el sistema penaliza por tener aspiraciones; recibir una ayuda económica te condena a la precariedad. Virginia Fuentes Rivero.
EE. UU. y Biden
Pasan los días y aunque en ellos se suceden los deslices que evidencian el deterioro fisco y mental de Joe Biden, estos no consiguen que deje de gobernar Estados Unidos y, por lo tanto, de regir de alguna manera el destino del mundo entero. Parecía que tras los indestructibles cimientos de EE.UU. solo se encontraba el cine, la Estatua de la Libertad, el Bronx, la Ruta 66, una poderosa economía, un implacable ejército..., pero resulta que también va a encontrarse el profundo respeto por sus mayores y por su historia.
Igual que dice mucho y bueno de alguien ver cómo se convierte en el apoyo de sus mayores cuando estos ya no se pueden valer por sí mismos, también dice mucho y bueno de una sociedad encasillada como superficial y fanfarrona que no abandone a su suerte a su presidente, que aunque ya no tiene la lucidez que se le exige en ese cargo sí demostró durante su vida el orgullo de lucir en su muñeca, en su coche, en su corazón, el espíritu estadounidense. Luis Cabaneiro. Lugo.