Un estruendo que lo estremeció
Es una preciosa mañana de verano y Germán va, como cada día, a dar un paseo (hoy por la ría de O Burgo)... Le satisface. En su cara se refleja la alegría que le produce el sol y el sentirse libre al caminar y disfrutar de las vistas...
De repente, un ruido ensordecedor para todos, —especialmente cruel para él a juzgar por su cara de terror— hace que empiece a gritar y se cubra las orejas con las manos... Germán sufre un trastorno del espectro autista, no se comunica, no puedo decir la intensidad ni lo que siente, pero se altera y su cara refleja pavor...
Sé que la industria pirotécnica tiene que subsistir, que las fiestas dan ganancias, pero propongo a quien corresponda que fije un tiempo para ese «ruido ensordecedor que anuncia fiesta» y comunique el horario al pueblo, así Germán disfrutará de sus paseos a alguna hora» sin sobresaltos». Alguien dirá: «Ponle cascos» y yo le contestaré: «¿Por qué privarle de oír la voz de sus padres y hermano, de los pájaros, de la gente que le rodea, de la vida...? Así piensa la madre de Germán. María José Vázquez Carrera. Culleredo.
La chimenea, hija del carbón, se independiza
La torre de Pisa se empezó a construir en el siglo XII. Como el suelo era blando, comenzó a inclinarse al mismo tiempo de su construcción. Es una obra de arte de su tiempo que quedó para que la viéramos muchas generaciones de los siglos siguientes. Torcida está, pero los italianos la intentan enderezar. Y ahí la tienen con medio millón de visitantes al año. Por cierto, el precio de la entrada es de 18 euros.
Y ahora, salvando las distancias, ¿por qué no se conserva la chimenea de As Pontes, que aunque no sea una obra de arte, está derecha y también es un digno recuerdo de su época? Si los gobernantes actuales no pensaran tan a corto plazo, igual se les ocurría alguna idea para que la chimenea aportase, además de su propio mantenimiento (de la chimenea, se entiende) una atracción digna de una visita. Debe ser espectacular la vista desde sus 360 metros de altura. Pocas personas han tenido el privilegio de subir allí arriba. Muchas la hemos visto «crecer» durante su construcción y después echar humo durante años.
Ahora está ahí de mudo testigo de la historia del pueblo.
Puede que la chimenea sea capaz de trabajar para mantenerse a sí misma, sin pedir nada a nadie, además de regalar al pueblo de As Pontes otra atracción junto al lago, porque, como pueden ustedes mismos atestiguar, ella también es hija del carbón que durante años trajo tantos puestos de trabajo y riqueza a esta comarca. M. J. Vilasuso. as pontes.