Si me hablan de regeneración

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

CHRIS RATCLIFFE / POOL | EFE

23 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Me sucede desde hace varios meses. Al principio no le di importancia alguna. Después, lo aseguro, me preocupé seriamente. Incluso consulté con doctores para que señalasen la causa del mal. Todos concluyeron lo mismo: el exceso de información, en ocasiones, resulta dañino para las personas sensibles. Los galenos me consolaron. Principalmente porque me consideran una «persona sensible». Lo soy. Sin embargo, confieso, me gustaría ser un jeta, un fresco, un descarado. En román paladino: tener la cara de cemento. Que todo me diese igual. Decir una cosa y la contraria, en breve lapso de tiempo, y no sonrojarme. Hacer esto cuando aseguré que haría todo lo contrario. No soy capaz.

Pero no es esta la causa de mi artículo de hoy, sino el mal que padezco.

Como decía, sucede desde hace meses. Una tarde de primavera, mientras las golondrinas acicalaban con primor sus nidos, podría ser la primera vez. Un jardinero nos hablaba de la mala salud del césped del jardín. Fue entonces cuando escuché la frase que me tornó pálido, nervioso, titubeante. Dijo el jardinero: «Su césped necesita urgentemente una regeneración». Pedí disculpas. Me ausenté. El profesional, muy competente, siguió dándole explicaciones a mi mujer. Ella entró en casa. Quiso hablarme de la dichosa regeneración. Huí con mis amigos. Me refugié en la espuma de una cerveza, dorada como el ocaso, y dejé de pensar en ello. Se trataba, sin duda, del estrés de fin de curso o la ansiedad propia de una «persona sensible».

No terminó ahí. Ni la ansiedad ni el estrés. Un viejo colega, de profesión escritor pero de éxito notable (obviamente, nada que ver conmigo), me contó un trasplante capilar reciente. Y ahí regresaron los problemas. Fue en el momento justo en que habló de «la regeneración del cabello». Podría ser en Turquía, donde resultaba barata y vacacional. Pero también en España, con mayores garantías de éxito.

Me refugié de nuevo en los amigos y en la cerveza.

Hasta hace pocas semanas no pedí la intervención de los terapeutas en mi problema. Desde que me aconsejaron que me relajase, todo ha mejorado. Pero no completamente. La pasada semana lo comprobé. Contemplaba los programas de noticias en la televisión de mi casa y nuestro admirable presidente no dejaba de repetirlo: «Regeneración democrática». Entonces caí en la cuenta de que no era la primera vez que me acontecía. Desde el año 2018 la regeneración me duele, me lacera, me maltrata y deteriora. Una desventura.

Soy consciente de que los médicos no pueden ayudarme más. Han sido mi amparo en estos tiempos difíciles.

Por eso le escribiré una carta a Pedro Sánchez (él, tan predispuesto a las epístolas) para solicitar que, en mi nombre, deje en paz la regeneración. Porque, en mi opinión, ya solamente lo creen sus cofrades. Entre los que se incluyen aquellos que a lo largo de seis años han dado probo ejemplo de regenerarse: Tezanos o Dolores Delgado, por ejemplo. Aunque podemos asegurar que hay cientos.

Pero ellos quizá, como yo, también teman estos excesos.