
Ha anunciado su retirada Biden y ya veremos cuál es el resultado de las elecciones a la presidencia de Estados Unidos. Pero si gana el candidato republicano Donald Trump tendremos muchos problemas, pero también oportunidades. La oportunidad de integrarnos más y mejor. La oportunidad de madurar como Unión. La de mirar al futuro inmediato en vez de seguir en el bucle de las afrentas permanentes entre pequeñas naciones. Somos europeos y debemos poder. Peores desafíos superaron nuestros predecesores.
Estados Unidos pudo y puede. Ha integrado a más descendientes de alemanes que de británicos desde su independencia. También a escandinavos, italianos, polacos, hispanos, … El propio Trump es germano y escocés por sus raíces. Su madre procedía de las Hébridas y hablaba el gaélico de la región. EE.UU. ha integrado a africanos y más recientemente a asiáticos que han reforzado su liderazgo científico y tecnológico. Si se repasan los apellidos de los grandes directivos y jefes de proyectos de las empresas líderes en la nueva economía se comprobará que predominan los hindúes, coreanos y chinos.
Antes, Estados Unidos creó el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y el Oak Ridge National Laboratory, por no citar Harvard, Caltech,… Lo hizo de la nada, sin la rancia solera europea, pero con una eficiencia pasmosa, utilizando su gigantesco presupuesto militar para financiar múltiples proyectos de investigación y desarrollo industrial.
Se libraron en sus orígenes de la losa aristocrática e hidalga. Desde esas instituciones invitan a integrarse a los mejores cerebros que están dispuestos a dar el salto, cosa que nosotros ni intentamos.
Por eso, si gana el candidato Donald Trump, los europeos tendremos algo nuevo que aprender, pretiriendo esa soberbia innata que se nos ha pegado, en especial durante las últimas décadas, mientras íbamos cayendo posiciones en la liga global.
Así que no critiquemos cuanto hacen y votan los norteamericanos. Critiquemos lo que no hacemos nosotros, empantanados en debates bizantinos, escolásticos y tribales. Porque aquí seguiremos en nuestra península de Asia, creyéndonos lo más de la creación, intentando dar estériles lecciones de ética y estética a quienes no las piden ni les interesan.
La Europa actual es impotente e ineficiente en muchos ámbitos. Lo es en la defensa, en la industria, en la suficiencia de factores estratégicos, como medicamentos o chips, en tecnologías clave y hasta en eficacia institucional. A la forma de elegir ineptos comisarios nacionales y nacionalistas me remito. Los precedentes son tantos en Bruselas que rompería el marco del artículo. Hay preguntas que surgen de inmediato:
1.- ¿Somos europeos?
2.- ¿Qué queremos como europeos?
Cada cual tendrá sus opciones, pero lo que resulta obvio es que esos deseos solamente podrán materializarse en un tiempo razonable mediante más unión en nuestra todavía ficticia Unión Europea.