¿Kamala alcanza el listón?
OPINIÓN
La renuncia de Biden no nos ha pillado del todo de sorpresa. El debate televisado evidenció lo que muchos millones de estadounidenses ya sospechaban: el presidente no iba a ganar las elecciones. No se vaticina si Biden está o no capacitado para dirigir el país, sino de si es capaz de ganar las elecciones, truncando la carrera presidencial de Trump. Esa es la clave. Pese al clamor púbico de casi una cuarentena de congresistas, también de financiadores, ha tenido que ser Nancy Pelosi, una muy relevante personalidad entre los demócratas, quien haya proclamado sin ambages que en estas circunstancias no se le vence a Trump. Es el miedo escénico a la derrota lo que ha multiplicado el acoso al candidato, cuya obstinación no siempre le fue hostil. Su terquedad es la que le aupó a la presidencia con 78 años, erigiéndose en el presidente más longevo de los Estados Unidos de América.
La decisión del presidente abre la campaña demócrata a la esperanza. Se visualiza la oportunidad. Por supuesto que se dispara la incertidumbre del relevo. Paciencia. El nombramiento del candidato nunca será más tarde de la convención del partido en Chicago, previsto su inicio para el 19 de agosto. Quedará entonces propulsada la campaña electoral, hasta ahora tremendamente convulsa. No ya solo debido a la incertidumbre sustitutoria de Biden, sino también como consecuencia del atentado a Trump, así como de las resoluciones judiciales del Tribunal Supremo, que exoneran a este de comparecer judicialmente; principalmente en lo que concierne a la incautación de documentación clasificada, lo que a cualquier ciudadano le supondría la cárcel. Ya ven ustedes; España y Estados Unidos compartimos vicisitudes políticas judiciales, aunque nos separan aspectos fundamentales: multiplican por siete nuestra población; pero sobre todo, disparan por diecisiete nuestro PIB, que en definitiva es lo que da estabilidad a un Estado: su riqueza.
Quien haya de relevar a Biden será un candidato ya sobresaliente en el espacio escénico demócrata. No hay tiempo para proyectar a nadie. En Kamala Harris concurre este requisito. Pero en Estados Unidos, un vicepresidente se inscribe sustancialmente como apoyo electoral del candidato. Kamala aportó su condición de mujer y el color de su piel. Ha venido brindando su compromiso con el aborto en procesos electorales de mitad de legislatura. Sin embargo, el requerimiento a un candidato a presidente es mucho más elevado, y no estoy del todo seguro de que la vicepresidenta disponga, ni del prestigio del aparato del partido, ni tampoco del apoyo de un considerable volumen de ciudadanos americanos.
Aún con Kamala como protagonista, queda abierto el nombramiento. Lo que sí es seguro, es que renace la esperanza demócrata de poder tumbar electoralmente a Trump. La ilusión no explosiona solo en el partido azul; es en el orbe entero. Sostener la unidad demócrata es sustancial, como de hecho así lo ha venido haciendo Biden, hasta que el deterioro de su salud ha quedado sobradamente evidenciado. Un candidato demócrata puede ser ahora elegido.