Esperar una sentencia

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

Europa Press | EUROPAPRESS

30 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin duda, hay sentencias y sentencias. No es igual aguardar una resolución judicial en que el ministerio fiscal solicita 10 años de prisión por tráfico de estupefacientes que otra en cuyo procedimiento la controversia gira en si tienes que abonar o no al vecino del 4º Derecha 250 euros por una pequeña inundación que no te cubre el seguro. En el segundo de los casos, la preocupación suele ser mínima. Si acaso existiese sería exclusivamente por el hecho de que la contraparte se salga con la suya. Solo es dinero, y poco, por lo cual más se perdió en Filipinas. Sin embargo, cuando esperas la decisión de un tercero en cuyas manos está que te puedas pasar los dos próximos lustros a la sombra, la cosa cambia. Hasta la llegada del juicio, te obsesionas con tu futuro. Normalmente, te imaginas que va a recaer sobre ti la condena más dura posible. Tus sueños —dicen que la vida onírica del que espera una sentencia penal es muy abundante y catastrofista— suelen transcurrir en mazmorras oscuras o en patios de grandes centros penitenciarios, siempre pateando los mismos metros cuadrados. Si se encuentra en esa situación, y es consciente de su culpabilidad, solo desee haber cometido uno de los delitos que se dilucidan por medio de un jurado popular. A un hábil abogado le resulta más fácil convencer de la inocencia de su cliente a un jurado que a unos magistrados que nunca se van a creer lo increíble. Defectos procesales aparte.