Nada es lo que parece en Venezuela

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Fausto Torrealba | REUTERS

30 jul 2024 . Actualizado a las 17:56 h.

Decían que el régimen de Maduro al fin iba a caer, pero nada de nada. Ahora empezarán las protestas y las acusaciones de fraude electoral. Pero las elecciones del domingo y sus presuntos resultados no tienen mucha pinta de que cambiarán o de que serán sometidos a una autentificación medianamente seria. Solo lo haría con el baño de sangre que prometió Maduro. El dictador se apresuró a declarar su victoria por un 51,2 por ciento de los votos sin esperar a que terminase el recuento. Se autoproclamó vencedor sin más. Nicolás Maduro lleva en la política de extrema izquierda desde los doce años. Y viviendo muy bien a la sombra de Chávez y luego como heredero tantos años que él mismo ya se ha olvidado de lo que es vivir fuera de palacio.

La votación electrónica en Venezuela prometía ser un camino hacia la verdad. Pero una vez más sucedió todo lo contrario. Nicolás Maduro ordenó que se diese la noticia de su victoria cuando, según expertos, apenas se habían contabilizado el 40 % de los sufragios. Así lo hizo el Consejo Nacional Electoral (CNE). Al votar de forma electrónica, se emite la elección del ciudadano en papel para que quede constancia en unas actas que luego se guardan, se custodian y se recuentan. Todo muy serio. De esta manera es posible el voto electrónico, más rápido, y luego cotejarlo con el voto en papel. El problema, como denuncia la oposición y el candidato ganador, Edmundo González, es que faltan por contar el 60 % de las papeletas emitidas. Y no se ha ratificado el voto electrónico con su voto espejo en papel. Pero Nicolás Maduro no lleva ahí toda la vida, con Chávez y sin él, por una casualidad. Él mismo, como sabía que las protestas iban a ser numerosas, se apresuró a denunciar que un país del que no iba a decir el nombre había provocado un ataque en el voto electrónico. Con esta maniobra es muy posible que una vez más nunca sepamos qué es lo que han elegido los venezolanos.

Esa gran mayoría que está harta de décadas de revolución chavista que solo ha traído pobreza se puede quedar muda ante la amenaza de un Maduro que se hará fuerte. Los optimistas dicen que todo es una operación de Maduro para negociar su marcha desde el poder. El presidente autoproclamada tendría así una evidente posición de fuerza para negociar una salida para él, los suyos y las fortunas de todos ellos.

Desde España, lo más triste, es que los aliados del Gobierno de Sánchez bendigan esta victoria que huele fatal, desde Yolanda Díaz de Sumar a Podemos, desde Bildu a Ana Miranda del BNG, incluso cuando desde la parte socialista del Ejecutivo tienen la prudencia de decir que hay que esperar a cotejar con rigor el resultado. Da igual, allá en Venezuela lo están celebrando desde el expresidente Zapatero al politólogo Monedero. Todo muy responsable. En Venezuela nada es lo que parece. Un país tan rico, arruinado. Una gente tan estupenda, exiliada o sufriendo. Y un nombre, Venezuela, que significaría pequeña Venecia por los palafitos, viviendas sobre pilotes, que Vespucio vio al llegar a las aguas de Maracaibo.