El año en que no hubo verano

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

PEPA LOSADA

03 ago 2024 . Actualizado a las 10:15 h.

Fue en los meses de junio a septiembre de 1816, el año sin verano en la década final de la pequeña edad de hielo que asoló Europa. Lord Byron escribió su poema Darkness (Tuve un sueño), compuesto por estrofas proféticas: «El brillante sol se había extinguido y las estrellas erraban apagándose en el espacio eterno». No había sido un sueño, la oscuridad se había afianzado en la gélida Europa, la mañana no compadecía, y la explosión —la erupción— un año antes del volcán indonesio Tambora, modificó el comportamiento climático, lo que causó la ruina total de las cosechas e inauguró una hambruna que duró un largo tiempo.

Fue Byron quien convocó a un grupo de sus amigos a pasar unas semanas en su casa, en Villa Diodati, cercana a Ginebra, junto al lago Leman, para que cada uno de sus invitados escribiera una historia sobrenatural. Acudieron a la cita, además del anfitrión Byron, que pasaba un mal momento personal al ser acusado en Gran Bretaña de sodomía, Mary y Percy Shelley, Claire Clairmont y el médico y escritor John Polidori. Y fue en ese retiro literario donde se escribió el Frankenstein de Mary Shelley y la obra menor de Polidori El vampiro.

Pasaron varias décadas, los siglos galoparon los años y, autoconvocándonos bajo la tutela maestra del desaparecido Fernando Marías y yo mismo, reunimos a un centenar de autores españoles, bajo el epígrafe de Hijos de Mary Shelley, y editamos varios libros colectivos. El espíritu de Villa Diodati siguió vivo.

Este verano está siendo muy irregular en las costas gallegas, julio se comportó como un forajido que huye del calor y evita el sol del estío. Una vez mas el cambio climático, la misma corriente del Niño o de la Niña que contribuyó a propiciar el año sin verano, volvió a hacer de las suyas. Seguro que agosto pone remedio. De no ser así, fantaseo con una reunión en una casona costera entre Nigrán y Rinlo, entre Muxía o Viveiro, que convoque a Manolo Rivas, Alfredo Conde, Yolanda Castaño y Xosé Carlos Caneiro para que cada uno de ellos escriba un texto que refleje los cambios que el suave y cálido verano frugal gallego está causando en el clima de Galicia. Sería, estoy seguro, la gran obra escrita en nuestro idioma, y cuando no un conjunto de pequeñas obras maestras recordando el año en que no hubo verano, un último homenaje a Mary Shelley.

Cada vez que visito Ginebra le doy un abrazo a la estatua de Frankenstein en la Plaine del Plainpalais, y siento que el monstruo me lo agradece.