Ahí está, con la mirada fija, las gafas de ver, el pelo canoso y un rictus facial de concentración máxima. La mano en el bolsillo, los tapones de los oídos que el que más y el que menos ha usado para intentar estudiar sin distracciones, la mirada serena, la pistola en la mano. Y una medalla.
Estaba claro que, al lado de sus compañeros y compañeras, equipados al máximo, serios, algunos incluso con una vibra de película futurista distópica, un señor normal, con algo de panza incluso, que es capaz de hacer ese tipo de blancos, no iba a pasar desapercibido. Se ha convertido en el meme de los Juegos Olímpicos, en la imagen misma de la confrontación entre lo impostado y lo natural, en una leyenda, en un personaje más que un deportista.
Y gracias a eso, hemos podido saber que este hombre de 51 años y sargento mayor de la Gendarmería ha participado en sus quintos Juegos Olímpicos.
Digamos que la medalla de plata de Yusuf Dikeç viene a ser algo así como un recordatorio de lo extraordinario que es lo cotidiano, lo normal. Lo que ocurre a diario y, de tanto repetirse, pasa desapercibido a pesar de su importancia. Digamos que Dikeç encarna en sí mismo el espíritu olímpico: tenacidad, capacidad y esfuerzo. Y lo mejor de todo, la foto con su gato.