Son refugiados de guerra

María Guntín
María Guntín AL DÍA

OPINIÓN

Un refugiago durante su llegada a Becerreá
Un refugiago durante su llegada a Becerreá Laura Leiras

10 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace no tanto tiempo emigrar era la única opción para salir adelante. Tengo tíos esparcidos por medio mundo. Maruja se marchó para Bilbao con una mano delante y otra detrás. Allí trabajó, junto a su marido Santiago, jornadas maratonianas agarrada a su máquina de coser. También sacaron adelante a sus dos hijos. Mi madre aún recuerda las cajas con aceite y azúcar que mi abuela custodiaba como un tesoro y que ellos traían cada verano. Mi padrino se marchó a Suiza, trabajó en la fábrica de Lego para ganarse el pan y luego regresó. Mi tío Manolo trabajaba en la obra sin descanso y ahora volvió a la aldea para disfrutar de su retiro. Podría seguir, porque tengo once tíos. Se fueron buscando el pan y allí encontraron casa y trabajo, pero también una red de apoyo en gente que, sin conocerlos de nada, les abrió puertas.

Por todo esto duele en las entrañas escuchar los comentarios que brotaban en pleno corazón de Os Ancares días antes de la llegada de 69 refugiados. Mis tíos se marcharon para tener que comer, pero ellos llegaron para huir de la guerra de Mali. Es una emergencia humanitaria. Sus casas ya no son hogar y han tenido que alejarse de todo lo que conocen y quieren para seguir con vida. Tienen nombres y apellidos, tal y como escribió ayer mi compañera Paula en este periódico. Son hijos, hermanos y nietos de alguien. 

Algún vecino decía bien alto que tenía miedo por sus hijas y otro presuponía que eran delincuentes. No recuerdan que toda esta comarca de la montaña de Lugo se fue a Barcelona porque no había trabajo ni comida. Han perdido la memoria. Carecen de empatía y no pueden imaginar lo que implica huir de una guerra con una mochila y sin saber dónde aterrizarán. Se subieron a una patera y se jugaron la vida. 

Contra los prejuicios y la maldad queda ahora la esperanza de los que ayudan, reciben y acogen. También están, pero hacen menos ruido. Estas 69 personas están llenas de heridas que, sabemos, nunca cicatrizarán. Es posible que nunca vuelvan a su tierra y que lloren en silencio.