Debido a ciertas influencias en el Gobierno y su entorno, las gaviotas tienen cada vez más derechos, pero aún no las tienen todas consigo. Ellas, que son pragmáticas, como todos los animales, prefieren la cíclica, ya casi típica, huelga de basuras en la ciudad de A Coruña, donde tienen garantía de una dieta omnívora a la carta. Estas aves no son conscientes de que disponen de un corpus legislativo que vela por su integridad, su sensibilidad y su derecho a una vida y una muerte dignas.
En Combouzas (Barrañán, Arteixo), playa cercana, de tradición nudista, viento del nordeste, mar de fondo y mareas vivas, según el ánimo de la Luna, aparece una gaviota con un ala rota, quizá por los vaivenes con las olas, por las peleas con otras congéneres bravías o por un aterrizaje forzoso contra un acantilado de la Costa da Morte. Tumbada en la parte húmeda del arenal, observa el ir y venir de bañistas que se le acercan y a su vez la observan a ella; unos, atónitos o curiosos; otros, apenados o cáusticos. La situación da para un apunte antropológico sobre esta sociedad de hoy, entre concienciada e idiotizada.
Por tratarse de una playa nudista, cabe suponer que los usuarios son más bien progres, pero no todos. Un facha vociferante llama a las gaviotas ratas voladoras a las que hay que exterminar y despotrica contra los partidos que las toman como símbolo. Un urbanita de centroderecha recomienda tirarla en el contenedor verde, para que sus niños, cuando levanten la cabeza de la pantalla del móvil, no vean el sufrimiento del animal. Un popular propone que se avise a la Consellería de Medio Ambiente para que tome medidas o, al menos, tome datos. Un ecologista intenta devolverla al mar, para que se la coman las lubinas, siga la cadena trófica y funcione el reciclaje dentro del ecosistema. Se lo impide un animalista, preocupado por las emociones y sentimientos de la gaviota patiamarilla, a la cual traslada a unas rocas, colocando a su lado un cuenco de plástico con agua y unos restos de su bocadillo vegano.
La desgraciada gaviota se pasó dos días deshidratándose y soportando un sol de injusticia, hasta morir, sin funeral. Algunos podrían volver a ver Los pájaros, la terrorífica película de Alfred Hitchcock, pero muchos podrían leer o releer Juan Salvador Gaviota, una novela-fábula sobre los diferentes, los que buscan la libertad haciendo cosas distintas, por ejemplo, volar más alto. Lectura recomendada para un verano de gaviotas.