«Poco a poco, esta tierra mágica se quedará sin peregrinos y será pasto de los 'turigrinos'»

OPINIÓN

11 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Los últimos 100 kilómetros del Camino

El Camino de Santiago supone una experiencia especial para cualquier persona que lo haya realizado, ya sea por razones religiosas, culturales, conocimiento de idiomas, deportivas o espirituales. El peregrino de verdad encuentra eso en el Camino y mi experiencia, ahora que lo tengo reciente, siempre ha sido así. Sin embargo, quiero hacer una reflexión, compartida entre muchas de las personas que me he ido encontrando en estas últimas semanas.

La famosa compostelana es un diploma que se da al peregrino que cumple los últimos 100 kilómetros del Camino. Aquí empieza el problema, en este punto se encuentra una nueva especie, los turigrinos. Al pasar la frontera de los 100 y adentrarnos en Galicia, los albergues municipales, que durante el Camino han sido el escenario de cenas compartidas entre múltiples nacionalidades, con la experiencia que eso conlleva, cambian sus condiciones. Nos encontramos cocinas espaciosas, con horno, vitrocerámica, nevera, microondas, pero sin ningún tipo de menaje. Cocinas bonitas para no poder usar. Las hospitaleras nos dicen que lo hacen porque los peregrinos roban las cazuelas, platos, vasos o sartenes, o dejan todo sucio y sin limpiar. Me cuesta mucho pensar que los peregrinos, que llevan todo a cuestas día tras día durante una semana o un mes, se dediquen a eso. Se me ocurren propuestas como una especie de fianza o algo parecido. Tampoco encontramos mantas para las literas, algo que sí hay en otras comunidades.

El peregrino, a diferencia del turigrino, se plantea el Camino llevando sus enseres indispensables para volver a la esencia de vivir con lo estrictamente necesario. Los turigrinos, en cambio, dejan sus mochilas a los taxis, los llevan los autobuses de etapa en etapa y van con los hits del verano haciendo todo el ruido posible; esas mochilas serán las que en los albergues municipales quitarán los sitios a los peregrinos.

Al llegar a Santiago, intentando convivir con los turigrinos nos encontramos con otro problema: no nos dejan entrar con nuestras mochilas al llegar a la catedral. Tenemos que volver en otro momento, ya duchaditos como turigrinos, para que el Apóstol nos pueda recibir.

Entiendo que, como todo en esta vida, tampoco esto se salva de las fauces del capitalismo. Los turigrinos son una especie muy valiosa para la Xunta, que recibe un número de unos 1.000 al día o más; eso aumenta cifras, números y trabajos en el sector de moda, el turismo. Me pregunto si cambiarían las cosas en el caso de que no existiera esa compostelana, quizá no habría un cambio radical entre la gente que hace todo el Camino o esta última parte.

Poco a poco, esta tierra mágica se quedará sin peregrinos y será pasto de los turigrinos. Nosotros, mientras tanto, nos quedaremos a las puertas de Galicia, haciendo el Camino de Santiago por las distintas regiones de nuestro país y viviendo una experiencia que sigue siendo única. Verónica Falcón Rielo.

Alegrías deportivas

Alegría es un dulce mexicano de semillas de amaranto y miel. Todo lo que se quiere pasar desapercibido se planea para el mes muerto de agosto, donde las vacaciones nos acercan más al divorcio y los veraneantes discuten diariamente en la playa o nocturnamente de copas con sus amigos temporales el lamentable estado de España. Ahora que lo de Puigdemont es una astracanada. Que la policía, siguiendo órdenes presidenciales, juega al gato y al ratón sin querer detenerlo. Ahora que se ha aprobado una ley de amnistía a cambio de votos necesarios para gobernar. Ahora que la secesión catalana está más cerca. Ahora solo nos salva el deporte del balompié, como campeones de Europa de selección nacional y como campeones olímpicos frente a los anfitriones. Ganar a Francia en su Olimpiada nos llena de un orgullo alegre y nos aleja momentáneamente de ese mundanal ruido gubernamental que tiene a España, por decirlo suavemente, totalmente desconcertada. Luis Peraza Parga. San Diego (California).

Orinar en la playa

Seguro que los han visto: hombres hechos y derechos que se van a un extremo de la playa para orinar. Ayer vi a uno en la de Miño que iba hasta una zona de rocas, a escasos metros de familias con niños, y se aliviaba sin ningún pudor; cuando terminó, otro ocupó su puesto para hacer lo mismo. Imaginen el olor... Siempre son hombres, y lo mismo pasa en algunos paseos marítimos como el de la ría de O Burgo en Culleredo. Da igual que haya váteres portátiles o cafeterías. Una vergüenza. A. L. Miño.