Alerta máxima en el Reino Unido... ¿Y en Europa?

 Jorge Quindimil
Jorge Quindimil AL DÍA

OPINIÓN

ADAM VAUGHAN | EFE

12 ago 2024 . Actualizado a las 11:48 h.

Aveces cuesta creer que la humanidad esté evolucionando. Tragedias como las de Ucrania, Gaza, Venezuela, Haití, Sudán y tantas otras de nuestros días nos hablan de un ser humano empecinado en involucionar. Sus responsables y cómplices a sueldo han puesto en jaque principios y valores que habían logrado en el mundo un cierto equilibrio inestable desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, sin embargo, la paz, la democracia y la seguridad están en peligro, como vimos hace dos semanas en Venezuela y la pasada en el Reino Unido.

El nuevo premier británico, Keir Starmer, no ha tardado ni un mes en enfrentarse a su primera gran crisis política y social tras el asesinato de las niñas Alice da Silva Aguiar (9 años), Bebe King (6 años) y Elsie Dot Stancombe (7 años), y el apuñalamiento de una decena de personas el pasado 29 de julio a manos de otro menor de edad, Axel Muganwa Rudakubana (17 años), en una fiesta temática de Taylor Swift en la ciudad de Southport.

A raíz de un bulo que atribuyó la autoría del triple asesinato a un inmigrante ilegal y musulmán, se multiplicaron los actos de violencia en todo el país, con cientos de detenidos, ciento cincuenta acusados, decenas de heridos y un número incontable de mensajes de odio vertidos en las alcantarillas de las redes sociales. La realidad era muy diferente. El asesino es un menor de edad británico de Lancashire, nacido en Cardiff, diagnosticado de autismo y de familia cristiana implicada en la vida de la parroquia.

Un análisis riguroso de los datos no permite justificar la relación entre inmigración y criminalidad, pero cada día importa más la percepción de la realidad que la propia realidad. La realidad y la verdad no importan a los integristas. Lo vimos hace un par de semanas con la ultraizquierda y el desprecio por la democracia en Venezuela, y lo estamos viendo ahora con el odio de la ultraderecha por los inmigrantes en el Reino Unido. Figuras como Nigel Farage o Tommy Robinson capitanean un discurso de odio que está en la base del brexit y de la desestabilización del Reino Unido y de Europa. Putin debe sentirse orgulloso.

Ahora bien, no debemos caer en el error de pensar que el problema está solo en el discurso de odio de un extremo y no en el buenismo del otro extremo. La inmigración no es un problema, sino un desafío, como bien sabemos miles de familias gallegas. Pero la inmigración, especialmente irregular, se puede convertir en un problema muy serio si no se gestiona bien desde los poderes públicos. Gobiernos de izquierdas, de derechas y de centro, desde Chile hasta Finlandia, pasando por Dinamarca o el propio Reino Unido, entre otros, están abordando la gestión de la inmigración con medidas cada vez más duras y cuestionadas. El problema no es la inmigración, sino la integración, pero su complejidad es de tal calibre que los políticos no saben, no pueden o no quieren abordarlo adecuadamente.

A largo plazo, el preocupante escenario político y social británico puede extenderse a Europa. A medio plazo todo parece apuntar a que el laborista Keir Starmer no será blando con la inmigración irregular, pues acaba de obtener mayoría absoluta con un programa que contempla el endurecimiento de controles fronterizos y solicitudes de asilo. A corto plazo, se han desplegado más de seis mil policías en alerta máxima en todo el Reino Unido para evitar mayores disturbios, que empieza la liga de fútbol.