El tractorista

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

Go Nakamura | REUTERS

13 ago 2024 . Actualizado a las 08:39 h.

Cuando la luna se esconde detrás de los carballos me viene a la mente la frase del poeta que decía que los dioses habitaban en los bosques, pero las deidades se diluyeron y los eucaliptales no inspiran leyendas. Desde que las chimeneas no echan humo, el espíritu urbano va tomando las aldeas. Este verano se ve cómo las olas del Atlántico van y vienen, unos niños juguetean en la arena, otros nadan y disfrutan saltando en el agua y muchos más cuerpos permanecen inertes tendidos al sol, rendidos al descanso veraniego. Las preocupaciones se las llevó la brisa suave de la mañana. En el pueblo, donde antes se conocían todos, ahora solo se ven caras inidentificadas. La gente deambula como si nadie quisiese hablar con nadie. Todo parece ajeno, incluida esa casa del vecino de trato casi familiar de toda la vida ocupada ahora por personas que ni te saludan. Un día están unos, otro día están otros. La vida se ha hecho impersonal. El ágora global va conquistando cada rincón. Dicen que son los tiempos del tecnofeudalismo. El otro día, gentes de una aldea realizaron para turistas una trilla de trigo como antaño. No dejaba de ser una representación. Las verdaderas labores de siega eran trabajosas, hacían sudar y castigaban el cuerpo. Solo unos tragos de caña o anís aliviaban el esfuerzo. Me hace recordar todo ello que Kamala Harris, esa mujer que, según Trump, cuida gatos, eligió para posible vicepresidente a Tim Walz, que en su juventud fue tractorista. Faltan menos de cien días para los comicios americanos. Aunque no podamos votar, nos jugamos mucho en la contienda. Igual acertó Kamala. Es importante que gobierne alguien que sepa lo que cuesta cultivar habas. De especuladores y fanfarrones ya va el carro lleno.