Si una adulta y un adulto de 1900 tuvieran la oportunidad de teletransportarse en el tiempo a nuestros días, se verían gratamente sorprendidos por los avances científicos, educativos y tecnológicos. El progreso en la medicina no solo ha aumentado la esperanza de vida de los 34 años de principios del siglo XX a, como indica la ONU, 46 años en 1950 y a más o menos 72 años en el 2022; sino, sobre todo, y esto es lo verdaderamente importante, la calidad de vida, erradicando o, en el peor de los casos, cronificando enfermedades que hace un siglo eran letales. También les alegraría la amplia extensión de la educación básica obligatoria, pese a que, desafortunadamente según la Unesco todavía hay 758 millones de personas que no saben leer ni escribir. Y, por supuesto, se verían impactados por los progresos en los medios de transporte, aunque todavía no hemos logrado la emisión cero, pero, sobre todo, en los medios de comunicación. De tener que esperar meses a recibir una carta a poder realizar una videoconferencia en tiempo real desde el móvil media un abismo.
Sin embargo, y por otra parte, pese al avance sustancial en la protección de los derechos del ser humano, en el 2024 todavía arrastramos muchas lacras del pasado que deberían avergonzarnos. Cierto que, en la mayoría de los países, hombres y mujeres tienen los mismos derechos y, al menos en teoría, pueden ejercer el voto de manera libre y en igualdad y gozan de las mismas opciones en la educación. Y digo en teoría porque cuando se cumple el tercer aniversario del aciago momento en el que las tropas internacionales abandonaron Afganistán a su suerte, contemplamos con dolor cómo los derechos, las esperanzas y deseos de la mitad de la población han sido enterrados en vida. Cierto que nada se soluciona con la violencia. Las dos décadas de lucha con los talibán han demostrado que cuando se trata de brutalidad los más energúmenos siempre ganan. Pero es intolerable solo pensar que las niñas y mujeres no tienen ni derecho a una atención sanitaria básica, mucho menos a la educación. Tampoco están mucho mejor al otro lado de su frontera occidental, donde se encarcela y mata a las mujeres simplemente por no llevar velo. Hace cuatro días, treinta féminas fueron ejecutadas en las cárceles iraníes. Y hacia oriente, en la India, una doctora que salió de su turno de noche fue salvajemente violada y asesinada en la calle, porque las mujeres en la calle son presa fácil de cualquier agresor.
Sí, hemos progresado, pero no en todo ni lo suficiente, especialmente en cuanto a los derechos de las mujeres se refiere.