El arte de sentir

Cristina Gufé
cristina gufé VENTANA ABIERTA

OPINIÓN

Terrazas llena de gente en la peatonal zona vieja de Santiago.
Terrazas llena de gente en la peatonal zona vieja de Santiago. Sandra Alonso

19 ago 2024 . Actualizado a las 09:11 h.

En su novela Niebla, Miguel de Unamuno nos dice que los seres humanos no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías porque vienen embozadas en pequeños incidentes. «Y la vida es esto, la niebla».

Si, por ejemplo, alguien recibe la noticia de que le han concedido el Premio Nobel, puede ser que momentos antes se haya dado un golpe en una rodilla y aún le duela, o su mal humor se viera interrumpido por la noticia ya que acababa de estallar la cafetera del reconfortante líquido y había salpicado la pared de la cocina recién pintada. Puede ser que, ante una desgracia, la pena fuera bruscamente aminorada por la nitidez de unos ojos, el brillo recién descubierto de un paisaje o la llegada de luz ante la intromisión de la remota posibilidad. La falta de pureza difumina los hechos, la ambivalencia retrotrae a la satisfacción, y la indefinición de colores, por la falta de precisión de los contornos de lo sentido, le hace un redil a la soberbia que la deja manca.

Los pequeños incidentes arrastran hacia sí gran parte de la atención. Se estropea el coche o la lavadora, el calentador del agua, de forma repentina, emite un sonido, los dispositivos electrónicos cortan la comunicación, los cables de la electricidad están a punto de calentarse en exceso y alguien debe arreglarlos: tú, o el especialista que acaba de irse de vacaciones; además, la peluquería cerró ayer y los rizos no resisten las condiciones del gran evento. No fue suficiente con lo ocurrido, necesitas las gafas de sol para ocultar la mirada tras la tristeza y el perro confundió la oscuridad de las lentes con un hueso más difícil de roer. El canario de la vecina ha perdido el juicio, canta a deshora y el sueño debe aguardar el regreso, la cordura del ave.

Entre tanto esperpento, ante la insoportable injusticia de los hechos debes mantener cierto equilibrio: vestirte, caminar erguido, no aullar como los lobos, sonreír incluso ante la amabilidad de los demás que se han esforzado por acompañarte en momentos difíciles. «La niebla de la vida rezuma un dulce aburrimiento…» —nos dice el autor—. También añade: «Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo!…; he aquí la intuición amorosa…»

Ante tal grado de exigencia y complejidad, el parpadeo de la esperanza se tambalea, el exceso de sentimiento está a punto de hacer naufragar a los buenos propósitos, las serpentinas de la fiesta se han roto ya que nadie les había dado valor, solo tú y el cuidado, el recuerdo de un instante. Y ahora la persecución; vivir para presenciar el siguiente capitulo: el vislumbre en la niebla.