Hace casi medio siglo que Jay Haley escribió un ensayo que titulaba Las tácticas de poder de Jesucristo. Básicamente, el autor analiza las tácticas que desarrolló Jesucristo para provocar el movimiento social que provocó y que han sido emuladas por casi todos los líderes de multitudes, entre ellos el chavismo.
Luchar por el poder organizando a los desposeídos y pobres es la primera acción, retomada desde entonces por todos los grandes líderes y revoluciones. Sabido es el predicamento que el chavismo tuvo entre los malandros y las enormes bolsas de pobreza que anidan en Venezuela.
Aprovechar la ignorancia y la mitología de la época y el lugar para alimentar la idea de que «puede llegar un hombre y cambiarlo todo», ya sea Mesías, libertador o caudillo.
Conseguir popularizarse y darse a conocer utilizando un lenguaje llano y profético. Jesucristo lo hacía en las calles, y el chavismo lo hace en las cadenas de televisión recurriendo a sermones televisivos donde arengan, cuentan chistes y cantan boleros. Un lenguaje impecable para las masas ignorantes que se identifican con esas formas bravuconas sin reparar en contenidos.
Jesús apoyó la ortodoxia de la religiosidad imperante para poder cambiarla. El chavismo hizo lo mismo: dijo acatar las reglas de la democracia libre pero si los resultados no le son satisfactorios, cambia las reglas. Jesucristo insistió en que sus ideas no se desviaban de la religión establecida, sino que eran una expresión más verdadera de la misma. El chavismo hace lo mismo con el sistema democrático, igual que otros líderes hicieron antes. Lenin sostenía el principio de la mayoría, pero insistía en que la minoría era en realidad la mayoría.
Jesús utilizó la táctica del ataque personal audaz cuando expulsó a los mercaderes del templo. Cuanto más audaz es el ataque, más conocido será el atacante. El chavismo lo aplica a rajatabla y aprovecha todos los foros para mostrarse audaz y grosero en el ataque, lo hizo Chávez en la ONU contra Bush, y lo hace Maduro contra Elon Musk, las redes sociales y gobiernos no afines.
Finaliza Haley su ensayo construyendo la hipótesis de la ejecución de Jesucristo como un error de cálculo por su parte: ¿quién habría adivinado que el Sanedrín lo condenaría, que Pilatos se lavaría las manos y dejaría la decisión al pueblo, y que ese pueblo, al que tanto arengó, pediría su muerte? El error de Maduro ha sido no tener en cuenta que en un mundo globalizado y reticular no se pueden poner puertas a la información. La respuesta del pueblo no ha podido ser más contundente, y la reacción de Maduro, más infantil y fuera de la realidad, construyendo cuentos de espíritus de pajaritos y contubernios satánico/fascistas/capitalistas.
Lo acabarán crucificando.