Mucho antes de la explosión de la burbuja inmobiliaria y el apogeo de los pisos turísticos, el concurso estrella de los setenta y los ochenta hizo ya del ladrillo el botín más codiciado de la televisión. El mítico Un, dos, tres, responda otra vez se construía alrededor de una serie de pruebas y retos que conducían hacia dos posibles finales felices con ovación para la pareja participante: uno consistía en conseguir un coche reluciente; el otro, más valioso aún, las llaves de «un apartamento en Torrevieja, Alicante». Alcanzar alguno de ellos era cuestión de intuición y suerte frente a las pistas tramposas que ponía el guionista en una subasta de regalos que hizo historia.
El recuerdo nostálgico, añejo, del pisito en Torrevieja es el gancho al que Pablo Motos se ha agarrado en la temporada complicada que comienza para convencer al público de que su Hormiguero sigue siendo el refugio seguro para el entretenimiento más clásico. El programa de Antena 3 promete sortear entre sus seguidores el mayor premio que haya entregado nunca, una casa a orillas del Mediterráneo. Lo hace con la convicción de que el público no lo abandonará a su suerte frente a la competencia que se avecina. En su primera semana en antena, el Babylon Show de Telecinco ha demostrado que no tiene por ahora mimbres para hacerle sombra y el efecto Broncano de TVE es aún un misterio por descubrir.