Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, y Guillermo de Ockham son considerados los principales representantes de la filosofía medieval. No siempre le damos el merecido valor a la cultura y filosofía de esa época, al simplificar las aportaciones de autores de gran talla cuyo rasgo común parece ser —al contrario de nuestra tendencia a relacionarlos con la oscuridad de aquellos siglos— una impronta revolucionaria. En la Edad Media los filósofos occidentales fueron cristianos; tenían fe y su actividad como pensadores consistió en dar explicación racional a las creencias. Las ideas de Platón no perdieron vigencia, de uno u otro modo, desde que aparecieron en la antigüedad hasta el siglo XIV, cuando se va a producir una gran revolución representada por Ockham.
Desde el fin del Imperio Romano, los textos de Aristóteles estuvieron perdidos para Occidente al haberse quedado en la parte oriental; después de una serie de avatares históricos, en el siglo XIII llegan a París y los defensores del aristotelismo fueron expulsados de la universidad por aceptar un pensamiento contrario a la ideología cristiana dominante en el momento.
Ser defensor de Aristóteles significaba liderar una revolución, y eso lo hizo Tomás de Aquino en el siglo XIII. Pero el verdadero cambio vino representado por Guillermo de Ockham, quien se atreverá a proclamar una idea muy novedosa en el siglo XIV, y es la de separar la filosofía de la teología; por primera vez se dice que la razón y la fe deben seguir distintos caminos. La filosofía, que poco a poco irá desligándose de lo que llegará a ser la ciencia moderna, debía dedicarse a la observación del mundo, y lo conocido por fe no es observable; es decir, Ockham romperá con la ideología que estuvo presente en Occidente durante dieciocho siglos. Por otro lado —y esto tal vez a veces lo olvidan los científicos actuales—, la defensa de lo observable como requisito de lo científico estuvo promovida en Ockham por una preocupación teológica: Dios es Libre y no sabemos cómo y por qué hizo el mundo y a los individuos tal cual son, solo podemos aceptarlo por fe.
Como conclusión, podemos decir que los filósofos medievales —aunque a veces los consideramos antiguos o conservadores— fueron unos revolucionarios: Agustín, por culminar la síntesis entre cristianismo y Platón; sobre todo, Aquino, al incorporar ideas aristotélicas que parecían incompatibles con las creencias; y Ockham separando la razón de la fe, a lo que se añade la curiosidad que significa haberlo hecho por motivos teológicos: defender la Libertad de Dios al crear el mundo, rechazando la idea de Necesidad de que el mundo sea tal cual es —presente en los autores griegos y asimilada por los filósofos cristianos anteriores—. Así, la llamada revolución científica de los siglos XVI y XVII tiene sus bases en un revolucionario de la Edad Media: el monje franciscano representante de la vía moderna de pensar, Guillermo de Ockham.