Soledad: ¿elegida o no deseada?

José María Faílde PRESIDENTE DE LA SOCIEDADE GALEGA DE XERONTOLOXÍA E XERIATRÍA

OPINIÓN

CAPOTILLO

06 sep 2024 . Actualizado a las 10:57 h.

La soledad elegida no es lo mismo que la no deseada: el aislamiento social genera un dolor que afecta a la calidad de vida y a la salud, especialmente en las personas mayores.

Durante este verano se ha hablado mucho de personas mayores que viven y mueren solas, en sus domicilios. Pero no se trata de un tema estacional, es una problemática que va mucho más allá. La relación entre soledad, aislamiento social y longevidad ha sido objeto de numerosos estudios en las últimas décadas. Ambos fenómenos, aunque distintos en su naturaleza, están estrechamente relacionados y tienen implicaciones significativas para la salud y el bienestar, especialmente en las personas mayores.

La soledad es un factor tan preocupante como el tabaquismo, la obesidad o la contaminación, de ahí, que muchos expertos la consideren ya «una epidemia» que tiene graves impactos en la salud física y mental, siendo considerada como un determinante social de la salud.

Cuando se habla de soledad, esta hace referencia a la percepción subjetiva de carencia o insuficiencia de relaciones sociales significativas. De hecho, es una experiencia emocional que puede ocurrir incluso en presencia de otras personas, es decir, estando acompañado. Por su parte, el aislamiento social, es una condición objetiva que se caracteriza por la falta de contacto con otros y la ausencia de una red social. Una persona puede estar socialmente aislada sin sentirse necesariamente sola, y viceversa. Ambos estados pueden influir negativamente en la salud, pero lo hacen de maneras distintas y pueden coexistir, aumentando su impacto cuando quienes lo sufren son personas mayores.

Los efectos de la soledad y el aislamiento social se ven reflejados en un mayor riesgo de mortalidad, empeoramiento de las enfermedades crónicas, en especial las enfermedades cardiovasculares. También puede provocar estrés crónico, lo que tiene un impacto significativo en la salud física; incluso se altera la función inmunitaria del individuo. Parece deseable y necesaria la puesta en marcha de algunas acciones dirigidas a prevenir y corregir las situaciones de aislamiento en la población de más edad. Las actuaciones abarcan ámbitos muy diversos como la formación de los profesionales sociales y sanitarios —fundamental para ofrecer pautas sobre cómo intervenir en la prevención y contención de la soledad—; la promoción de iniciativas populares que incrementen las oportunidades de contacto social; o el fomento del voluntariado de las personas mayores.

Las nuevas tecnologías abren un abanico de posibilidades en este campo. El uso de la tecnología para facilitar la interacción social puede ser especialmente beneficioso para las personas con movilidad limitada o aquellos que viven en áreas remotas. Plataformas de videoconferencia y redes sociales pueden proporcionar medios para mantener conexiones sociales significativas y reducir la sensación de aislamiento. Respecto al medio rural, la prevención en estos entornos requiere mejorar la conectividad, invertir en infraestructuras y servicios, y fomentar la participación comunitaria. Solo con iniciativas conjuntas y transversales podremos hacer frente a esta problemática social que aumenta año a año, en paralelo al envejecimiento de la población.