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Seguro que los lectores conocen o han oído hablar de la llamada «obsolescencia del mercado», esa que hace que las pilas, los electrodomésticos, los móviles y en general todo el mercado en que pastamos, nazca con una duración programada, de tal forma que cada equis tiempo tengas que renovarlos para seguir consumiendo nuevos pastos. Obsoleto se define como: «Anticuado o inadecuado a las circunstancias, modas o necesidades actuales». Actualmente las cosas se quedan obsoletas en poco tiempo, nosotros también. Basta con hablar con gente menor de cuarenta años para darse cuenta de que las cosas que constituyeron nuestra narrativa vital les son ajenas, pocos saben quién era Ruiz Mateos o recuerdan el 23F como nosotros la asonada del general Prim. Al mismo tiempo, te das cuenta de que tú no conoces a Carol G ni tienes idea de cómo entablar relación con la inteligencia artificial o los pasos básicos del Tik-Tok.
La vida va tan rápida que te quedas obsolescente del mercado en apenas cincuenta años. Somos como la paradoja de Aquiles y la tortuga del filósofo Zenón, solo que nosotros somos las tortugas y nuestro Aquiles va en un dron tecnológico imposible de alcanzar, quedándonos obsoletos con un par de pases de rasante del nuevo ingenio.
Es importante no confundir la fecha de caducidad —que actualmente tiene una duración larguísima—, con la obsolescencia dentro del mercado, que cada día es más corta. En el mundo de las nuevas generaciones somos individuos obsoletos, podemos contemplarlo como una película interesante, pero no intentes interactuar en el escenario porque allí eres un paquete. No somos viejos, estamos obsoletos que es muy distinto, aunque cada vez los obsoletos seamos más jóvenes. En una gran parte del mercado de trabajo, la edad es un factor excluyente porque requiere edades tan párvulas como no más de treinta años, dejando obsolescentes a los lozanos jóvenes de los cuarenta hasta los cien.
El mundo en el que corren estos Aquiles rejuvenecidos es inalcanzable para legión de obsolescentes tortugas que, volcadas panza arriba, braceamos con nuestra sombra.
¿Cuál es la hipótesis y la conclusión de este artículo de opinión? Que el mundo cambia tecnológicamente tan rápido, que solo lo saben pilotar los muy jóvenes con cerebros formados con un nuevo cableado neuronal y distintas conexiones cerebrales.
Que no se puede competir en universos paralelos, los Señores del Aire que manejan el mundo han logrado esta escisión entre iniciados o no, sus incuestionables «avances», dejan a la mayoría obsoletos en lo mejor de la vida, sujetando un gin-tónic y tarareando a Camilo VI. Concluyendo, que no le veo otra solución que el «obsoletos unidos jamás serán excluidos», pedir una paguiña y que no nos expropien el «Bic cristal».