Con el inicio de cada curso escolar en España abrimos el melón sobre qué tipo de horario lectivo debería ofertar la escuela. ¿Concentramos todas las clases por la mañana (jornada continua) o hacemos una pausa para comer e impartimos algunas por la tarde (jornada partida)? La respuesta no es pacífica y sus consecuencias menos. Empecemos por contextualizar el debate.
En primer lugar, la pandemia irrumpe en España en marzo del curso 2019-20, extendiendo la jornada continua a la mayoría de los centros educativos para disminuir el riesgo de contagio.
En segundo lugar, vivimos un cambio de paradigma y la sociedad contemporánea demanda de la escuela más que la histórica transmisión de conocimientos y valores, por ejemplo, la de reducir las desigualdades de origen del alumnado.
El informe PISA 2022 sobre equidad o igualdad de oportunidades en el sistema educativo español concluye que el alumnado de nivel socioecono?mico bajo tiene casi cuatro veces ma?s probabilidades de repetir curso que su equivalente del nivel alto. Es el mismo dato del 2018 y nos situ?a a la cabeza de la OCDE. Conclusión: no solo no compensamos las desigualdades socioeconómicas, sino que incluso las perpetuamos. Para mejorar este dato, el informe propone ampliar las jornadas escolares fuera del horario lectivo, con tutori?as de apoyo y clases de refuerzo individualizado. Sin embargo, en España está generalizada, con ligeras variaciones, la jornada continua en infantil y primaria en todas las comunidades autónomas, excepto en Euskadi, Cataluña y Navarra. En Europa, no. La jornada partida es la mayoritaria, también con diferentes modelos.
Marta Ferrero, maestra y orientadora en un CEIP antes de ser docente de la Facultad de Educación de la UAM, razona en su último estudio que, si bien no existen pruebas definitivas sobre el efecto de la jornada escolar en el rendimiento académico, sí hay evidencia científica sólida sobre cómo el mayor tiempo (lectivo y no lectivo) pasado en la escuela impacta positivamente en el alumnado de ambientes más desfavorecidos en términos académicos y socioemocionales, y también que la jornada partida, con almuerzo temprano y descanso después, se adapta mejor a los biorritmos de los escolares.
Pero hay otra conclusión del estudio igualmente relevante. La jornada escolar continua supone una pérdida de 8.048 millones de euros anuales para las familias españolas, porque se vincula a una reducción de los ingresos profesionales y, especialmente, de los ingresos de las madres, «agravando las brechas de género, tanto dentro de los hogares como entre los mismos». Esta consecuencia ha sido contrastada con estudios similares realizados en Alemania, Canadá, Suiza y Chile.
Por otra parte, uno de los argumentos más utilizados a favor de la jornada continua es que la primera hora de la tarde es cuando los niveles de atención de los escolares están más bajos. La mayoría de los estudios contradicen esa afirmación y concluyen que hay una mayor caída de la atención en un mayor número de escolares en la última hora de la jornada continua que en la primera de la partida.
Más allá de estas consideraciones académicas, surge la pregunta: ¿qué sentido tiene disponer de una infraestructura educativa y deportiva en la que se han invertido millones de euros de dinero público cerrada a cal y canto a partir del mediodía?