El presidente del Gobierno recibe hoy, por fin, al de la Xunta de Galicia en un encuentro muy esperado y que debiera ser trascendental para las expectativas de la sociedad gallega. No es sin tiempo, puesto que Alfonso Rueda solicitó la cita por carta el 10 de mayo, nada más acudir a la Zarzuela como primer acto institucional tras su toma de posesión, y se ha pospuesto hasta ahora.
Aun entendiendo la complejidad de la agenda del jefe del Gobierno, la espera fue larga y quizá poco justificada, si se compara, por ejemplo, con la celeridad con que actuó el presidente para acudir a Ajuria Enea tras la toma de posesión de Imanol Pradales en junio. Tampoco habrá mucho tiempo para la reunión de esta mañana en la Moncloa, porque a la puerta estará el presidente de Andalucía esperando su turno. Pero, aunque sea corta y condensada, al menos va a producirse.
A nadie se le oculta que la cita no nace de la consideración institucional que deben tenerse los dos Gobiernos, sino del interés político del momento. Sánchez necesita rebajar la presión contra la oferta de financiación muy privilegiada que ha hecho a Cataluña, y llama uno a uno a los presidentes para ver si puede convencerlos por separado con más dinero (que saldrá de los ciudadanos), o con alguna propuesta de condonación que no puedan rechazar. Rueda ha ido acumulando en su cartera carpetas y carpetas con requerimientos de Galicia al Gobierno central, con la intención de que al menos algunas puedan ponerse sobre la mesa del Consejo de Ministros.
La disparidad de agendas no puede ser más elocuente. El presidente gallego, como ha dicho, no tiene intención de negociar la financiación autonómica individualmente, sino en un foro con todas las comunidades; y el de España, como se ve cada día, ha fijado sus propias prioridades, que tienen que ver con la resistencia parlamentaria de su Gobierno.
Si las posiciones no se mueven, los gallegos volveremos a asistir a otro episodio de deslealtad institucional, en el que los intereses partidistas se superponen a los de país. Los primeros, de mirada corta, hacen primar la rivalidad entre el PSOE y el PP y alejan toda posibilidad de acuerdo. Los segundos, mucho más nobles, ponen por delante el entendimiento entre una comunidad y el Estado del que forma parte.
Mayoritariamente, los gallegos no entienden que la relación entre Galicia y España sea de contienda, sino que defienden el espíritu de cooperación. Sienten que tanto Alfonso Rueda como Pedro Sánchez son sus presidentes. Y de los dos esperan que hoy guarden el carné del partido en el bolsillo y piensen en lo que está demandando una sociedad que no puede permitirse perder más tiempo ni más oportunidades.
Es fácil fijar los objetivos: todo lo que tiene que ver con la creación de empleo, la sanidad, la educación, la vivienda, las infraestructuras, la nueva industrialización y la vitalización de los grandes sectores estratégicos.
Punto por punto, esa es la agenda de Galicia. La clave de hoy, entre demoras y prisas, es saber si se atiende o se ignora.