Trasplantes

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

ANGEL MANSO

22 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

España es un referente mundial en los trasplantes. Están los números, las cuentas, las sumas sin nombres. Los ránkings de países. Incontestables. Testarudos. Rocosos. Pero también están los nombres. Apellidos. Y caras. Basta con levantar un poquito la vista para encontrarse con ese familiar, amigo, vecino o compañero de trabajo que sigue entre nosotros gracias a un órgano donado de forma altruista, sin retribuciones, y recibido por orden de prioridad sanitaria porque así lo marca un sistema público. Cuando Raphael necesitaba un hígado nuevo urgentemente y la familia preguntó cuál era el mejor sitio para iniciar el proceso, el especialista respondió rápidamente: aquí, en España. Tuvo que esperar, eso sí. Vivió pendiente de una llamada. La intervención llegó a tiempo. Y ahí está. Cada actuación suya sobre el escenario, con su fuerza de siempre, es un monumento a la Organización Nacional de Trasplantes. Pero ahora hay grupos en las redes sociales que siembran dudas, deslizando que en el fondo de esta incubadora de las segundas oportunidades subyace un mercadeo de riñones y un alegre intercambio de miles de euros del que participan los implicados y señalando que se empuja a personas a la eutanasia para que la maquinaria siga en marcha. Es evidente que un trasplante cuesta mucho dinero. Lógicamente. Quizá haya tipos que prefieran un funcionamiento diferente, prescindiendo de ese gasto público y haciendo que, llegado el momento en el que fallen el corazón o los pulmones, cada uno se busque la vida, nunca mejor dicho, en función del tamaño de su cartera. Seguro. Y para lograr sus objetivos no les importa mezclar churras con merinas y añadir al rebaño el elemento fundamental: el lobo.