De la sirvienta a la asistenta

Pedro Armas
Pedro Armas A MEDIA VOZ

OPINIÓN

Mike Blake | REUTERS

24 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El servicio doméstico ya no es lo que era. La sociedad española tampoco. A modo de comedia costumbrista, la película ¡Cómo está el servicio!, de Mariano Ozores, parodiaba la España de los felices sesenta, la del desarrollismo y del clasismo. El éxodo rural animaba a Vicenta (Gracita Morales) a irse del pueblo a Madrid capital para servir en casas de gentes de bien. No le fue fácil: primero, en casa de doña Engracia, La Cajetilla, prostituta que se las daba de señora, porque se había casado con un militar, norteamericano y negro, destinado en la base de Torrejón; después en casa de doña Ernestina, quien decía convivir con su marido, que la había abandonado hacía décadas…

Ya por entonces el régimen franquista conseguía que la mitad de los españoles no se sintiesen proletarios, si bien solo la burguesía tenía servicio doméstico. Hoy, siete de cada diez se creen de clase media-media, aunque, por indicadores de ingresos o patrimonio, no lo sean, pues una cosa es la realidad y otra la creencia. Por percepción personal de aspectos ideológicos o materiales, tienen sentido de pertenencia a ese estrato social, de modo transitorio, ya que aspiran a ascender a la clase media-alta.

La actual clase media aspiracional no cuenta con servicio doméstico de cofia y delantal, pero tiene asistenta: Alexa. Las feministas dirán que hay que decir asistente, porque es un asistente virtual, un altavoz inteligente. Unas pocas le llaman Echo, por aquello del género, sin embargo casi todos prefieren llamarle Alexa. Nadie considera que tener una asistenta en la cocina sea explotación capitalista, sino que se justifica por la revolución tecnológica y la ausencia de costes laborales (sueldos, pagas extras, seguros). Nadie tiene cargo de conciencia, sino que cuantas más órdenes da uno a Alexa, más se siente de una clase superior. Nadie enseña a los hijos a tratar a Alexa con el respeto que se merece, sino que se les deja que la maltraten haciéndole preguntas absurdas y riéndose de ella.

La voz y las habilidades de Alexa son muy distintas a las de Vicenta. Los «señoritos» de hoy prefieren que su asistenta controle luces, focos, cámaras e interfonos; informe ipso facto sobre música, noticias, hipotecas, inversiones, medicamentos, gracias o desgracias; ponga una telenovela o lea un libro. Y es que Alexa cumple, sin rechistar, muchas funciones; entre otras, la de hacer compañía a personas que se han quedado solas en esta sociedad deshumanizada que hemos construido.