La fosilizada ONU

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

Leon Neal | REUTERS

28 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hablemos claro y seamos sinceros, al menos por una vez. Estamos cansados, muy cansados, aburridos y frustrados. Vivimos la vida con la sensación de que, hagamos lo que hagamos, no podemos cambiar nada porque es imposible luchar a contracorriente. Y aquellos que se esfuerzan, porque su conciencia les impele a ello, son gotas de agua testimoniales en un mar embravecido de desidia y avaricia. Valiosos, admirables y ejemplificantes, pero testimoniales. No llegaré a afirmar que nuestra sociedad está enferma porque a lo largo de la historia, en cada período, la humanidad ha tenido aspectos positivos y negativos, pero lo cierto es que nuestro nivel de progreso científico y tecnológico no parece corresponderse con lo que podríamos lograr a nivel moral.

El habitual recorrido por los pasillos de la ONU, las transmisiones seleccionadas de los discursos de los líderes mundiales y las declaraciones, tanto en la Asamblea como del Consejo de Seguridad, solo sirven para reafirmar lo que todos sabemos. La ONU es una institución esclerotizada, lastrada por una burocracia infinita y un concepto de diplomacia sentenciado de muerte porque los jefes de Estado, presidentes y primeros ministros son solo políticos preocupados por su propia supervivencia y la de sus partidos. Reconozcámoslo, no son estadistas. Carecemos de representantes que piensen y actúen con programas que vayan más allá de las próximas elecciones, y ese cortoplacismo obliga a lanzar mensajes de condena que solo son un espejismo.

Mientras, en Afganistán las mujeres mueren asfixiadas por un régimen nazi que quiere convertirlas en meros úteros reproductivos y sirvientas domésticas gratuitas a perpetuidad sin posibilidad de rebelarse. En Sudán continúa una guerra entre el ejército y una facción rebelde que convierte a las féminas en víctimas silenciadas de la enfermedad, el hambre y la violación. Nada se habla del Yemen, donde Arabia Saudí e Irán tienen su campo de prácticas de tiro con objetivos humanos indefensos y donde el matrimonio de las niñas es práctica habitual. De poco sirve criticar veladamente las tiranías esperpénticas de Corea del Norte y Venezuela o las teocracias alienantes de Irán o Arabia Saudí. ¿Y qué decir de los abandonados y eternamente traicionados saharauis? La lista es interminable.

Siempre hay un camino entre la indiferencia y la injerencia, y esa es la buena voluntad acompañada de acción que conduzca al cambio y a la justicia sin necesidad de empuñar un arma.