«Cerraron el palacio con ventanales de PVC de color blanco»

OPINIÓN

ALBERTO LOPEZ

04 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Patrimonio

Si yo vivo en Monforte en una zona declarada de interés histórico y cultural y quiero poner calefacción, Patrimonio me pide una serie de requisitos y objeciones para darme una subvención. Poner aerotermia o similar cuesta un ojo de la cara y no todos disponemos de fortuna ni somos descendientes de los condes de Lemos.

Lo que no entiendo es que a mí me exijan una pila de reformas y sin embargo Patrimonio, en el palacio condal, cerró las terrazas con vistas a todo el pueblo con ventanales grandes de PVC, y encima de color blanco. Y nadie movió un dedo. Se ve el PVC desde Escairón. Imagino que los turistas que suban a ver el parador quedarán boquiabiertos. Sergio López González. Monforte.

Mi hermano Héctor

Mi hermano Héctor murió el pasado 11 de septiembre en Petrer (Alicante), donde era muy querido por su pareja y por la numerosa y extraordinaria familia de esta. Héctor padecía síndrome de Usher y, aunque la audición la conservaba gracias a sofisticados dispositivos, estaba ya prácticamente ciego. Haber disfrutado del sentido de la vista e irlo perdiendo progresivamente a lo largo de su vida (a los 28 años ya no pudo renovar el permiso de conducir y tuvo que jubilarse) le producía un enorme sufrimiento y, ahora lo sabemos, una sensación de inseguridad y desamparo que le hacía temer un futuro vital demasiado dependiente de quien o quienes tuviesen que ayudarle y cuidarle. Probablemente, el no querer suponer una carga para su pareja o su familia (estaba equivocado, le hubiésemos cuidado con cariño) lo abocó a quitarse la vida.

Héctor tuvo en el ámbito familiar, desde pequeño, comportamientos un tanto particulares y, por qué no decirlo, a veces incluso excéntricos, pero en su entorno de amistades marcaba diferencias positivas. Sus amigos de la ONCE de A Coruña, compañeros en actividades como la de teatro, nos enviaron unas palabras para que se leyesen en su funeral. Fue el sacerdote que ofició, nuestro primo Alfonso Fraga, quien las leyó, arrancándonos a casi todos alguna lágrima: «Héctor era auténtico, inigualable, irrepetible, extraordinario», «con su energía lo llenaba todo», «tenía un corazón tan enorme que nos envolvió a todos»... Esta carta quiere servir de obituario, pero, sobre todo, de reconocimiento y agradecimiento profundo y sincero a la sensibilidad y amabilidad de sus amigos. Antonio A. Fraga.