La Guardia Civil nos descubre que Aldama, siempre empresario, y Ábalos, entonces ministro, se mandaban cartas. Se entendían tan bien que en las misivas no hacían falta puntuaciones, tildes y demás grafías. Dos hechos a sí mismos, que habían aprendido en la escuela de la vida, prescindían de la formalidad. No les importaba la forma, sino el fondo (de reptiles).
El empresario remitía una carta al ministro para que a su vez invitase a su homóloga Delcy Rodríguez. En menos de 200 palabras, mezclaba mayúsculas y minúsculas sin ton ni son, no acentuaba ni sus nombres propios, se inventaba la república «Bolivoriana», y anunciaba que Sánchez iba a ser «embestido». En esto último resultó ser visionario, pues, en cuanto Sánchez fue investido presidente, empezó a ser embestido, un día sí y otro también, por toros, más embravecidos que bravíos, de la dehesa de la oposición, que le obligaban a esconderse en los burladeros.
Si Aldama tuviese que pasar por la nueva PAU, vería bajar sus notas. El Ministerio de Educación hace hincapié en la necesidad de «coherencia, corrección gramatical, léxica y ortográfica de los textos producidos». Las universidades españolas, a través de la Conferencia de Rectores (CRUE), acuerdan las penalizaciones: hasta 2 puntos en las lenguas oficiales y cooficiales, 1,5 puntos en las lenguas extranjeras y hasta 1 punto en otras materias. Las comisiones organizadoras en las comunidades autónomas las incorporan a los criterios de evaluación. En Galicia se trata de ajustes puntuales, pues los modelos de examen llevan colgados meses de la web de la CIUG a disposición del profesorado, el alumnado y las familias.
Las faltas de ortografía no son tan relevantes como las otras cometidas por estos individuos que pululan alrededor del poder político; sobre todo cuando las faltas se convierten en delitos. Las primeras reflejan el nivel de tales sujetos y las segundas su calaña. La UCO incluye el episodio en el «Caso Koldo». Un Koldo deja rescoldo. Y rescoldo, según la RAE, tanto es «la brasa menuda resguardada por la ceniza (partido)», como «el residuo que queda de un sentimiento, pasión o afecto (pobre partido)».