Contra el arte de la guerra

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Amir Cohen | REUTERS

19 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No es cierto que la guerra pertenezca al genero artístico, no es una de las bellas artes; es un arte fallido, por mucho que Sun Tzu eligiera ese equívoco título para su libro bélico y que sobrevivieran las tácticas y estrategias militares descritas en el tratado escrito aproximadamente en el siglo V antes de Cristo. La guerra es el fracaso de la humanidad, nada hay —por mucho que se argumente— que la justifique, es la apoteosis de la muerte y nada hay de bello en el recuento de cadáveres, en los enfrentamientos que envilecen la especie humana.

Clausewitz narró una lectura épica de la guerra desde la óptica prusiana en De la guerra, ocho volúmenes que influyeron de manera decisiva en el desarrollo de la ciencia militar occidental. En el siglo XVIII consagró este militar el equívoco arte de la guerra, arte que niego en estas líneas, a la vez que coincido con Albert Camus en que la muerte de un solo hombre es la muerte, el fracaso, de toda la humanidad. Asistimos en el último año a conflictos armados de exterminio programado en vísperas aparentes de una tercera y definitiva guerra mundial.

La obstinación imperialista del actual primer ministro de Israel, y su destrucción del pequeño reducto de Gaza, llevó a un genocidio sin ambages que hasta este momento ha provocado la muerte de 43.000 palestinos y más de 20.000 desaparecidos sepultados bajo los escombros de los edificios destruidos tras los bombardeos indiscriminados y sistemáticos, en una orgía de dolor y de muerte.

Planteado como respuesta al salvaje atentado terrorista de Hamás, que causó el asesinato de 1.139 ciudadanos israelíes y el secuestro de otros 250, la respuesta se le fue de las manos al primer ministro judío, que, desoyendo las recomendaciones y las sanciones de organismos internacionales, prosiguió su carrera de odio y destrucción con la invasión del país vecino, Líbano, pretextando el apoyo de Hezbolá, milicia armada de disciplina iraní, al maltrecho pueblo palestino.

Es el arte de la guerra, el apocalipsis programado, es la complicidad del silencio biempensante del llamado mundo libre, que mira de reojo y que denuncia con la boca pequeña la expansión imperialista a sangre y fuego del primer ministro Netanyahu y sus aliados del poderoso lobi judío a lo largo del mundo. Hay que detener esta sangría, parar todas las guerras que envilecen el mundo, desde Ucrania a Sudán, y que la muerte termine para que florezca la paz. Contra el falso arte de la guerra.