Un viejo refrán viene a decir que «o lecer fai culleres». Que también se puede expresar con aquel otro que reza: «O que non ten que facer sacha os nabos». Nuestros mayores entendían que el que está desocupado acabará haciendo cosas inútiles, cuando no perjudiciales para sí mismo o los demás. Con la sociedad industrial soplaron otros vientos y hay quien opina que el trabajo es cosa de los que no tienen nada mejor que hacer. Y ahí están los defensores de la metafísica de la pereza y la ética de la inoperancia, que luchan contra el llamado mal del ímpetu. Ya Paul Lafargue escribía en 1880 El derecho a la pereza. Pero, a lo que iba. En un rato de ocio mal gestionado no se me ocurre otra cosa que consultar el horóscopo del líder israelí Benjamín Netanyahu. Me sorprendo. Resulta que es libra, como yo. Me pongo a leer las derivadas del viejo zodíaco y compruebo que los que llevan este signo suelen ser conocidos, expone, por su naturaleza diplomática, la inclinación a la justicia y la tendencia hacia el equilibrio y la armonía, y que estos rasgos deberían apreciarse en su estilo de liderazgo y en la manera de gobernar. Estas personas, sostiene el texto astral, poseen un fuerte sentido de lo justo y del deseo de mantener la paz y la estabilidad. Se dice que los libra tienen grandes capacidades para sopesar las diferentes perspectivas y tomar decisiones equitativas y racionales. No puedo creérmelo. Poseen, veo, mucha capacidad para la negociación y la diplomacia y son expertos en cerrar tratos y construir consensos entre varias facciones. Es más, asegura el libreto de astrología que estas gentes suelen ser carismáticas y encantadoras, con gran facilidad para conectar a título personal. Definitivamente, creo que he perdido toda la fe en el horóscopo.