El origen del error de circular y ceder el paso por la derecha

M. García Castro EXINTENDENTE DE LA POLICÍA LOCAL DE A CORUÑA

OPINIÓN

EUROPA PRESS | EUROPAPRESS

25 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La curiosidad por encontrar el origen del error que supone ceder el paso a la derecha me retrotrajo al año 1300, en el que surge la considerada primera norma de seguridad vial, atribuida al papa Bonifacio VIII, según la cual «todas las monturas y carros que entren o salgan de Roma deberán hacerlo ocupando la parte izquierda de la calzada, para evitar que los de ida tropiecen con los de vuelta».

Con el tiempo, la norma se fue universalizando y los carreros se fueran acostumbrando a ubicarse en la parte derecha del pescante, porque esa posición les permite ver mejor lo que les viene de frente y, sobre todo, les permite controlar el espacio disponible para poder cruzarse con otros en vías estrechas (por idénticos motivos, cuando se circula por la derecha el conductor se ubica a la izquierda). Y así pasaron varios siglos sin necesitar ninguna otra norma. No fue hasta la Revolución Industrial cuando en algunas ciudades británicas empezaron a surgir problemas en los cruces de vías cuando coincidían dos carros cuyas trayectorias se cortan, lo que hacía que ambos moderasen la velocidad, e incluso detuvieran su marcha para evitar una potencial colisión; y ese gesto suponía una pérdida de inercia y de tiempo. Fue entonces cuando en una reunión del gremio un carrero propuso una sencilla y muy práctica solución: «Si cada cual se responsabiliza de controlar la vía que mejor ve (la de la derecha) con el compromiso de cederle el paso, ya no habrá más dudas ni indecisiones».

La propuesta fue un rotundo éxito, y no solo fue aceptada por los presentes, sino que pronto fue seguida por todo el mundo conocido, convirtiéndose, de hecho, en lo que podríamos considerar la segunda norma universal de seguridad vial. Y aunque a la sazón no se notase (por el escaso tráfico), lo cierto es que tiene la virtud de respetar la máxima «antes de entrar, dejen salir», porque, en el punto en que ambas trayectorias se cortan, el de la derecha ya está dentro del cruce, mientras que el de la izquierda aún está fuera.

Sin embargo, tras la Revolución Francesa los jacobinos, por un mal entendido, lo arruinaron todo. El papa había dicho «las monturas y carros…», es decir, quienes tenían caballo debían circular por la izquierda. Pero nada dijo de quienes carecían de él —los peatones—, por lo que estos podían ir a su libre albedrío. Y por un instinto de supervivencia se fueron acostumbrando a utilizar la orilla de la derecha, porque eso les permitía ver mejor el peligro y evitar ser arrollados. Pero esto fue entendido por los jacobinos como una discriminación a la plebe, y entonces, en aras de la cacareada igualdad, establecieron que todo el mundo debía circular por la derecha, fueran caballeros o no. Y con la llegada de Napoleón, al haber invadido la casi totalidad de la Europa continental, la circulación por la derecha se fue consolidando, y no solo en estos territorios europeos no británicos, sino también en sus propias colonias y, curiosamente, también en los Estados Unidos, que, como se acababan de independizar de los británicos con la ayuda de los franceses, cometieron el error de apuntarse a circular por la derecha. Aunque circular por la derecha o por la izquierda, en sí, no es bueno ni malo, pero siempre que se cambie también el orden de preferencia. Al circular por la derecha, la preferente debería ser para el de la izquierda por dos razones: la primera es porque ahora el conductor, al ocupar el lado izquierdo del vehículo, ve mucho mejor los vehículos que salgan por la izquierda que los de la derecha; y, segundo, porque ahora, cuando las trayectorias cortan, es el de la izquierda el que ya está dentro del cruce, mientras que el de la derecha aún está fuera y, por tanto, no se cumple la máxima «antes de entrar dejen salir», sino que se entra antes de dejar salir (y aquí está el origen del error), lo que motiva que con tráfico intenso la intersección se bloquee, como se puede constatar en cualquier ciudad actual cuando fallan los semáforos, salvo que haya una glorieta, porque en ella sí cede el paso a la izquierda. Pero de este detalle, por lo que parece, ninguna ingeniería de tráfico se percató.