Días atrás, entrando en el edificio de la Audiencia Provincial de A Coruña, me encontré con un gran alboroto en la puerta. Se estaba celebrando una de las sesiones de la vista oral por el asesinato de Samuel Luiz y me resultó imposible no pensar en los padres de los acusados. Cuando se despertaron aquel fatídico día de julio del 2021 es posible que todos fueran miembros de familias esencialmente felices, ajenas a lo que horas más tarde se les venía encima. El sufrimiento de estos padres y madres es de las cosas más crueles que se le puede presentar a un ser humano. Todo apunta a que la absolución de sus hijos será más que difícil pese a la profesionalidad de los letrados, que me consta todos tienen. Al que más y al que menos le puede pasar. Educas a tu prole lo mejor que puedes, lo mejor que sabes, y salen una noche de fiesta y se les fastidió la vida. A ellos, a sus seres queridos, que no volverán a levantar cabeza, y, sobre todo, a Samuel y a su familia. Si resultan absueltos quedarán estigmatizados. Si los condenan pasarán años entre rejas. Malditas drogas que mezcladas con alcohol destrozan tantas vidas. No vería reaccionario endurecer las penas contra los narcos, camellos y demás escoria.