Nadie duda del poder descomunal de las estrellas del fútbol masculino. Sus caprichos y aspiraciones pueden mover los cimientos del más poderoso de los clubes sin que nadie cuestione la prioridad de sus deseos. Pero hasta que llegó la generación de oro del fútbol femenino en España, la que pegó al país a la pantalla en una soleada tarde de agosto para ver a un equipo ganar el Mundial, a las chicas se les otorgaba, con condescendencia, la oportunidad de correr tras un balón con una pesada mochila a sus espaldas. La mochila de intuir que, en el fondo, aquel no era un lugar para ellas.
Por todo eso, por todo lo que ocurrió antes y después del título, el beso de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso explotó en todo el mundo y se convirtió en un punto de inflexión de esos que transforman conciencias. El emotivo documental de Netflix Se acabó: Diario de las campeonas expone por primera vez el punto de vista de varias jugadoras,de algunas que estuvieron allí, de quienes las precedieron y de otras que se quedaron por el camino. Escucharlas y mirarlas a los ojos en estos testimonios es comprender que sus denuncias, en medio de la euforia, no respondían a un antojo ni a una cacería, sino a un proceso largo y doloroso, a un hartazgo contra los chantajes, los balones fuera, las filtraciones sesgadas, los intentos de hackeo de sus cuentas; contra quienes, además de no respetar sus cuerpos, intentaban anotarse sus esfuerzos como méritos propios.