En la campaña electoral de Estados Unidos de 1992, James Carville diseñó la estrategia del candidato demócrata Bill Clinton. El desafío era considerable: derrotar a un George H. W. Bush fortalecido por sus éxitos en política exterior. Para lograrlo, Clinton decidió centrarse en los temas que afectaban directamente la vida cotidiana de los ciudadanos. De ahí surgió el famoso eslogan «es la economía, estúpido». A pesar de que Bush tenía un 90 % de aprobación un año antes de las elecciones, Clinton logró vencer al enfocarse en las preocupaciones económicas.
Volviendo al año 2024, observamos que la historia se repite. Los ciudadanos estadounidenses muestran descontento con la gestión económica del presidente Joe Biden, y Kamala Harris no ha ofrecido propuestas significativamente diferentes. La inflación, el aumento en los precios de la vivienda y una desaceleración en la creación de empleo han influido en esta percepción negativa. Aunque los indicadores macroeconómicos presentan datos favorables, la opinión pública no refleja este optimismo. ¿Les suena familiar?
En cuanto a la política económica de Donald Trump, durante su campaña ha enfatizado que los aranceles serán una prioridad. Si cumple con lo prometido, Estados Unidos establecería un arancel promedio de alrededor del 20 %, en contraste con el actual promedio del 1,5 %. Para los productos importados de China, el arancel podría llegar hasta el 60 %. Es una medida inflacionista que contradice la evidencia sobre los beneficios del comercio internacional.
En primer lugar, los bienes importados se encarecerán. Según la Tax Foundation, cada hogar podría pagar hasta 2.045 dólares más al año. En segundo lugar, si se busca aumentar la producción nacional para reemplazar las importaciones, podría surgir una escasez de mano de obra, que es más cara en Estados Unidos. Para las empresas, esto significaría menores márgenes de beneficio, reducción de inversiones y disminución de la eficiencia.
Con esta subida de aranceles, Trump pretende financiar importantes rebajas fiscales. Propone reducir el Impuesto sobre Sociedades del 21 % al 20 % de manera general, y hasta el 15 % para las empresas que fabriquen en Estados Unidos. Además, busca hacer permanentes las rebajas fiscales aprobadas en el 2017. Sin embargo, este plan fiscal podría incrementar la deuda y el déficit público.
Además, la política migratoria también puede tener efectos perjudiciales sobre la disponibilidad de mano de obra. Existen estudios que ponen de manifiesto que la política de deportaciones durante el mandato de Obama, que superaron las 400.000, tuvo efectos significativamente negativos sobre el empleo y los salarios de los nativos.
En definitiva, la economía ayuda a entender los resultados electorales del pasado 5 de noviembre y anticipa el devenir del segundo mandato de Trump. Si cumple con sus promesas electorales, es posible que los estadounidenses enfrenten un aumento en el coste de vida, menor dinamismo empresarial y un incremento en la deuda pública.