Desindustrializar o reindustrializar, esa es la cuestión

Carmen Lence
Carmen Lence TRIBUNA

OPINIÓN

María Pedreda

14 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El peso de la industria en España ha pasado de representar un 28 % del PIB en los años 80 a un 15 % en la actualidad. Esto nos hace más dependientes de otros países para el suministro de bienes esenciales, lo que aumenta nuestra vulnerabilidad ante crisis globales. Lo hemos comprobado durante la pandemia, cuando descubrimos que no podíamos producir los bienes de primera necesidad que la situación demandaba y hemos tenido que importar hasta las mascarillas.

¿Por qué estamos perdiendo industria? La incertidumbre económica, un entorno político-económico marcado por la arbitrariedad, la burocracia, la regulación excesiva, el intervencionismo, una fiscalidad hostil y una «demonización» de la empresa y el empresario, definitivamente no animan a lanzarse a invertir en costosos proyectos industriales. Desafortunadamente, esta situación afecta tanto a las empresas locales como a las extranjeras, que prefieren buscar mejores condiciones en otros países. Como resultado, la inversión extranjera en nuestro país se ha tirado en caída libre bajando en un 20 % en el 2023, la peor cifra desde la pandemia.

La falta de una política industrial clara en España es otro factor crucial. La economía española se ha centrado en sectores como el turismo y los servicios, que, aunque importantes, no generan el mismo valor añadido ni los empleos de calidad que crea la industria. Otros países europeos han comprendido la importancia de mantener una industria fuerte y han implementado políticas de apoyo e inversión en tecnología e innovación para lograrlo.

Sin embargo, en España ni siquiera los fondos Next Generation, que llegaron con la promesa de impulsar la economía y facilitar la transición industrial, han tenido el impacto esperado. Este programa, pensado como motor de transformación, ha derivado en un proceso burocrático y difícil de gestionar. En lugar de infundir confianza, el Plan de Recuperación ha dejado a los inversores frustrados y preguntándose quién se ha realmente «recuperado» con estos fondos.

Otro pilar fundamental es la formación de talento técnico. España no está formando suficiente personal en disciplinas técnicas, una realidad que limita la capacidad de innovación de nuestras empresas y, en última instancia, su competitividad. Sin un sistema educativo que fomente las vocaciones técnicas y científicas, difícilmente podremos desarrollar una industria fuerte y moderna.

A pesar de este panorama, existen oportunidades para revitalizar la industria en España. Sectores como el agroalimentario representan una parte importante de nuestra economía y podrían convertirse en motores de crecimiento, garantizando nuestra soberanía alimentaria y creando riqueza en el entorno rural. La transición ecológica también ofrece un abanico de oportunidades para el desarrollo de tecnologías sostenibles, energías renovables y movilidad limpia. La Unión Europea está destinando importantes recursos a este ámbito, y España tiene el potencial para convertirse en líder en la economía verde si aprovechamos este momento.

Pero, para poder reindustrializar es necesario dejar de desindustrializar. Esto depende en buena parte de la voluntad política. Según Wikipedia, «el objetivo de la actividad política es la de hacer progresar a la sociedad»; es un buen recordatorio, porque últimamente parece que el objetivo de la política es mantenerse en política. Y España necesita hacer una política centrada en el progreso de la sociedad, que mire más allá del corto plazo y el titular, para enfocarse en construir un futuro próspero y sostenible en el corto, medio y largo plazo.

Este país no puede depender exclusivamente de los servicios y el turismo. Necesitamos una industria fuerte, moderna y diversificada que genere valor añadido, cree empleos de calidad y asegure la resiliencia de nuestra economía.

Desindustrializar o reindustrializar, esa es la elección.