El dragón que devora verdades

José Manuel Velasco AL HILO

OPINIÓN

ANTONIO LUNA / CRUZ ROJA | EUROPAPRESS

14 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Al final de la década de 1780, una de las gacetillas cargada de noticias falsas que circulaba por las calles de París, conocidas como canard (pato en francés), anunció la captura en Chile de un monstruo con cabeza de furia, alas de murciélago, un cuerpo enorme cubierto de escamas y cola de dragón, que, no casualmente, iba a ser trasladado en barco a España. No casualmente porque las relaciones entre España y Francia eran difíciles en aquella época, hasta el punto de que en 1793 se declaró la denominada Guerra de la Convención entre ambos países y el miedo formaba parte de la estrategia bélica del ejército galo.

Salvando las distancias y los tiempos, Cruz Roja Española se ha visto obligada a salir esta semana al paso de un bulo que sostenía que solo había enviado a 25 personas a Valencia como respuesta a la catástrofe provocada por la dana y que había tardado seis días en comenzar a actuar. La verdad era y es que Cruz Roja había movilizado a 250 voluntarios solo en la provincia de Valencia, había realizado casi 190.000 asistencias y había comenzado a operar inmediatamente después de la riada.

Ni siquiera las organizaciones no gubernamentales, dotadas históricamente de más credibilidad que otras instancias, se libran del azote del monstruo de la desinformación. Este preocupante avance de la desinformación tiene tres explicaciones. La primera es que el Homo sapiens convive con la mentira desde el principio de los tiempos. Si la información es poder, la capacidad de desinformar también lo es. Además, al cerebro humano le gustan las historias emocionantes, y la exageración es un ingrediente que potencia su recuerdo.

La segunda razón es que las malas noticias circulan más rápidamente que las verdaderas. Un estudio de tres investigadores de la Universidad de Münster, en Alemania, demostró esta tesis y otra que, en principio, podría resultar paradójica: cuanta más amplia sea la gama de personas afectadas por un evento, menos probable será la difusión rápida y amplia de la historia desde el principio. Dicho de otra forma, las noticias falsas que son protagonizadas por personas conocidas o colectivos pequeños tienen mayor velocidad de propagación que las que tienen un sujeto masivo. De ahí que el hecho de acotar la crítica a la Cruz Roja, amén de la notoriedad per se de esta organización, facilite su viralización.

Y la tercera es que la tecnología ha dado un enorme altavoz a todos aquellos que quieren contar mentiras, que se aprovechan de la relajación moral que ha reducido la pena social que se paga por mentir. Y como la naturaleza humana sigue respondiendo a aquello de que «un tonto hace un ciento», las redes son el espacio propicio para que cientos, miles o millones de altavoces reproduzcan opiniones, percepciones y falsedades como si de hechos fehacientes se tratara.

Este caldo de cultivo favorable para la credulidad de todo tipo de noticias es aprovechado por muchos políticos para crear versiones que les son favorables. A menudo sitúan el relato por delante de los hechos, con el fin de crear emociones que, una vez desatadas, tendrán la capacidad de nublar la razón. Es el cuento del relato, de una forma de seleccionar los hechos y ordenarlos para construir una realidad alternativa que tiene más de alternativa que de realidad.

Aunque unos tienen más responsabilidad que otros, entre todos hemos creado un dragón que devora verdades a la velocidad la luz.