De todos los sinsentidos que ha dejado la dana hay uno especialmente doloroso, además, por supuesto, de las víctimas. Es profundamente desolador ver cómo los políticos que nos lideran, algunos con cargos muy importantes, se atreven a atacar a los científicos. Los únicos, por otra parte, que desde hace décadas vienen señalando y alertando de lo que ya tenemos encima. Primero atacaron a la Aemet, en un absurdo imposible de entender desde la lógica sensible de los ciudadanos de a pie, por avisar a las 7.31 de la dana. Por dar la señal de alarma. Por dar aviso de una alerta roja a los representantes políticos que velan por nosotros. Las televisiones avisaron, los meteorólogos avisaron, los investigadores avisaron... Y ahora los científicos se ven señalados con el dedo; un dedo acusador y lleno de odio, como acaba de denunciar Fernando Valladares, experto en el cambio climático del CSIC, doctor en Biología, y profesor universitario. Una eminencia, vaya, que tiene que soportar que en las redes, esa maraña tóxica y venenosa, más de 200.000 talibanes estén pidiendo su cabeza por explicar y divulgar lo que ya no se puede negar. Esos extremistas no salen de la nada. Por eso conviene que los políticos que tanto hablan de responsabilidad y de Estado dejen de echar leña contra la ciencia. Contra la verdad. Es vergonzoso observar a Nuria Montes, la consellera de Mazón, en un vídeo, aplaudir el cambio climático por alargar la temporada turística en la Comunidad valenciana y su potencial económico. «Es la nueva Florida», dijo. Contra eso es contra lo que hay que luchar. Ya es hora de escuchar a la ciencia.