Después de la dana
La trágica dana que asoló a la Comunidad Valenciana ha mostrado lo mejor y lo peor del ser humano y nos ha proporcionado varios aprendizajes de interés.
La sociedad civil responde cuando percibe un peligro colectivo. Los miles de voluntarios y la solidaridad que llegó del resto del Estado, pero también de países vecinos, son la prueba de que, ante una tragedia de tal magnitud, existe un sentido del altruismo. Y eso, en tiempos en los que parece que cada vez vivimos más lejos emocionalmente, aunque estemos hiperconectados, no es baladí.
El segundo aprendizaje es que se pueden hacer las cosas bien, regular, mal y muy mal. Y tenemos que coincidir en que, ante esta crisis, nadie ha estado a la altura en la Comunidad Valenciana. No lo estuvo la Confederación Hidrográfica del Júcar durante más de diez años al no actuar para realizar canalizaciones en el barranco del Poyo, a pesar de que estas estaban proyectadas desde el 2007 y que distintos grupos políticos valencianos las reclamaban con frecuencia en el Parlamento. No lo estuvo, por supuesto, el president Carlos Mazón, que actuó tarde y mal, resistiéndose a pedir la ayuda que necesitaba cuando era consciente de la falta de medios. No lo estuvo tampoco el Estado, actuando de forma cicatera y por puro cálculo político sin tomar el mando de la situación cuando era evidente la falta de gestión de la Generalitat. En estas ocasiones, el factor personal de los dirigentes políticos cuenta, y mucho. Es trabajo del debate político y de los tribunales determinar los grados de responsabilidad.
Y el tercer aprendizaje que nos deja la dana es que las tragedias y desastres siempre son terreno abonado para que los demagogos, a izquierda y derecha, centrífugos y centrípetos, lancen sus discursos. Es cierto que la Generalitat Valenciana carece de una policía integral que habría ayudado mucho en un primer momento, como también lo es que en las riadas de 1983 en el País Vasco a Carlos Garaikoetxea se le dio el mando sobre una Policía y una Guardia Civil que, formalmente, no estaban bajo su competencia. Aunque haya cuestiones estructurales, la voluntad política cuenta también. Quizá sea el momento de replantearse si se tiene que acercar más la Administración al ciudadano, incluyendo las políticas de orden público, pero de una forma sosegada y estudiando los casos de una forma objetiva, sin apasionamientos y teniendo siempre la perspectiva de una mejora colectiva.
En definitiva, a medida que limpiamos los escombros de la dana también es momento de arrojar la luz ante los principales interrogantes para que esto no se vuelva a repetir: ¿qué hacer?, ¿cómo hacerlo?, ¿cúando hacerlo? No podemos evitar que haya danas, pero sí que estas tengan efectos tan mortíferos. Es nuestro deber reclamarlo como ciudadanos. Juan Carlos Pérez Álvarez, Xabier Grandío Araújo y Jesús de la Cruz Oliva.
Morir en casa
Expongo en esta carta la situación en la que me encontré hace unas semanas al solicitar un permiso remunerado por enfermedad muy grave de un familiar de primer grado (mi madre), la cual quería fallecer en su casa rodeada de los suyos. Dicho permiso está regulado en el artículo 116 de la Ley 2/2015, de 29 de abril, de empleo público de Galicia. Aporté a mi empresa Chuac (Sergas) la documentación requerida, incluido un informe médico que exponía sus patologías y su situación terminal, así como la
necesidad de cuidados de últimos días. Dichos cuidados eran realizados por mí, su única hija, cuidadora además de mi padre, de 92 años y con discapacidad.
El permiso me fue denegado. Mi madre falleció a las 48 horas de dicha denegación, por lo que es evidente que en este caso hubo una valoración mal realizada.
Solo quiero pedir que estas solicitudes se valoren con serenidad, ya que es mucho el daño y el sufrimiento que se causa en esos momentos tan difíciles, y que no suceda a otros compañeros que en el futuro pudieran encontrase en la misma situación.
Has sido la mejor madre. D.E.P. María José Martínez Bello. Cambre.