Este final de año está siendo una agonía a todos los niveles, tanto nacional como internacionalmente, una caldera en ebullición donde un día sin otro nos acostamos con un sobresalto nuevo que hace olvidar al de ayer. Inmersos en tal aluvión de noticias es difícil discernir la verdad entre las mentiras y las medias verdades que proliferan por las redes sociales dónde abreva la mayoría de la gente, sin filtrar su contenido ni disponer apenas de terroristas semióticos (Humberto Eco, dixit) que ayuden a identificar lo verdadero de lo falso.
Situación que recuerda el mito de la caverna de Platón dónde el filósofo explica la diferencia entre el mundo real y el aparente. Esa caverna, en la que los prisioneros encadenados en ella, solo pueden ver las sombras de lo que pasa en el mundo real lejos del verdadero conocimiento.
La descripción del mito de la caverna trata de cómo se conoce y cómo debería de conocerse el mundo, de cómo encontrar el verdadero conocimiento y, por tanto, la información que permita el acceso a la verdad de las cosas.
La alegoría también ilustra el grado de apego que los seres humanos demostramos hacia lo conocido, lo predecible y lo acostumbrado, hasta tal punto que podemos negarnos a creer o a descubrir la verdad de las cosas, prefiriendo vivir cómodamente en el engaño. Este mundo donde el exceso de información está trufada de fake news y otras formas de manipulación a través de internet. Un mundo donde aquel que consigue salir de la caverna, lejos de ver la luz del conocimiento, se encuentra con una superabundancia de informaciones tan falsas y tan intensas que queda deslumbrado como una liebre mirando los faros del coche antes de ser arrollada. No es lo mismo ser ciego que estar deslumbrado aunque ambos no consigan ver nada.
Así nos despertamos, día sí y día no, viendo las sombras de la realidad sin poder acceder a ella, saturados de informaciones contradictorias. El desastre de Valencia ha puesto en evidencia la mentira de un Estado hipertrofiado que creíamos preparado para enfrentarlo. Ante tal incompetencia, la respuesta ha sido el habitual bla-bla-bla ideológico de acusaciones y, la única solución del señor Mazón ha sido aumentar el número consellerías que, se supone, servirán para prevenir futuros desastres. Una vez más engordar un Estado hipertrofiado que hace buena la frase de Hölderlin: «Aquello que ha convertido el Estado en un infierno, es que el hombre ha deseado hacer de él su cielo» (para algunos). Las sombras platónicas de la corrupción que nos inunda ocultan la falta de un conocimiento de la verdad que solo podemos conseguir escapando del rebaño reticular. Más Platón y menos Instagram.