Los cruceros de catálogo no son como la televisión los pinta. La vida a bordo no transcurre como lo hacía en el Princesa del Pacífico, allá por los setenta y ochenta, ni como ahora se presenta en el Odyssey, un barco de lujo tan recargado que hasta los utensilios de la sala de urgencias son dorados. Por una cuestión generacional, el superproductor Ryan Murphy habrá crecido pegado al capítulo semanal de Vacaciones en el mar y su huella quedó indeleble. De ahí que, en su prolífica y rocambolesca creatividad ajena a cualquier recato, haya engendrado Doctor Odyssey (Disney+), una mezcla indómita de viajes en alta mar y casos propios de Urgencias con todos los tópicos de un culebrón con triángulo amoroso en el centro de la trama. Desde intoxicaciones por yodo a problemas coronarios y rescate de náufragos, el ajetreo a bordo es constante y las emergencias médicas se suceden, pero nada es imposible para estos sanitarios, que, a pesar de sus esfuerzos, no se pierden una fiesta. A eso se añade el regreso triunfal de Don Johnson vestido de capitán que pena su viudedad, pero se ocupa de que cada siete días cientos de personas estén a salvo y cumplan el sueño de sus vidas en su barco. La serie suelta amarras de toda lógica para hacer que un guion ligero e insustancial se transforme en un refugio. La receta del doctor Max Bankman aconseja poner la mente al clareo por un rato.