Cuando los colonos del Mayflower llegaron a América y empezaron a crear poblados, se encontraron con un problema ya muy conocido en el resto del mundo. La gente robaba. Y hubo que tomar medidas. Por ejemplo, los ganaderos establecieron la pena de muerte para los que les robaban las vacas, los cuatreros. Aquí se ha robado mucho. En mi juventud la calle era del estado y por eso se podía robar un banco del jardín o las plantas de las macetas. No eran de los ciudadanos. Con la democracia la cosa fue cambiando. Se dejó de escupir, de tirar la cajetilla vacía... Es lo que hay ahora. Pero el ciudadano, que no las tiene todas consigo, sigue a veces pagando y cobrando sin factura. Porque, por mucho que nos cuenten, sabemos que hacienda no somos todos. No lo seremos mientras los inspectores cobren comisión por sus recaudaciones, sobre todo cuando vemos algunas sentencias que declaran improcedentes las susodichas y obligan a devolver el botín a su propietario. También cuando están dispuestos a negociar. Porque o es sí o es no. Lo otro son artes de trilero.
El robo de los políticos es más viejo que lo de los cuatreros. Pero, si el culpable de todo era el voluntarioso Koldo García Izaguirre, yo creo que de él para arriba —o para los lados, es decir, los que también salen en la foto— todos deberían dimitir por lo que los leguleyos llaman negligencia in vigilando. La ignorancia no puede ser argumento en descargo de responsabilidad. O, dicho más a lo bruto: ¿No sabías nada nada? ¡Pues a la trena!