Ajenos a cualquier posible peligro y al incierto futuro que se cierne sobre la Siria liberada del régimen tiránico de los Asad, miles de personas han acudido a la infame cárcel de Sednaya, a otros centros de detención y a las morgues de los hospitales en busca de información sobre sus familiares desaparecidos. Todos comparten el dolor infinito de no saber si sus seres queridos han fallecido o han sobrevivido a las detenciones ilegales, las torturas y al encarcelamiento en condiciones infrahumanas llevadas a cabo por los servicios de seguridad del Gobierno baazista.
Es inevitable sentirse conmovido ante las historias de los reencuentros. Más emotivas son las historias de aquellos que rebuscan incansables y desesperados entre los miles de papeles desperdigados por el suelo, las listas colocadas en algunos centros de información y entre los cuerpos de los depósitos de cadáveres para intentar encontrar algún indicio. Tampoco resultan indiferentes las lágrimas y las palabras entrecortadas de una forense a la entrada de la morgue intentando explicar la impotencia que siente por la marea de personas que necesitan averiguar qué ha sido de los suyos y darles, al menos, un entierro decente y así cerrar el duelo del que han sido privados durante muchos años.
Aunque es imposible cuantificar con certeza el número, se calcula que, desde el primer levantamiento de la denominada primavera árabe del 2011 hasta hace unos días, han desaparecido entre 100.000 y 152.000 personas, pero dado que el régimen baazista en Siria se remonta al golpe de Estado de Hafiz al Asad padre en 1970, la cifra, seguramente, es muy superior.
El líder de Haya'at Tahrir al Sham, HTS, Al Youlani, veterano islamista de la guerra en Irak, es muy consciente de que precipitar la limpieza de las estructuras estatales de todos aquellos adeptos al régimen anterior, así como aplicar una revancha sumarísima contra los ejecutores de las tropelías del mismo, solamente puede provocar un caos incontrolable en un país fragmentado, en donde lo único que comparten es el odio a Bashar.
Por ello, no deja de insistir en su voluntad de llevar a cabo una transición de manera pacífica. Pero, no hay transición posible sin justicia y sin el conocimiento de la verdad. Los sirios necesitan cerrar el pasado para afrontar el futuro y solo será posible cuando puedan encontrar a los desaparecidos, misión que, por el momento, parece harto difícil.