Absentismo: de la absenta a los ansiolíticos, antidepresivos e hipnóticos

Mónica Seara FUNDADORA DE HUMANAS SALUD ORGANIZACIONAL

OPINIÓN

KIKO DELGADO | EFE

21 dic 2024 . Actualizado a las 16:29 h.

A finales del siglo XIX y principios del XX, el consumo de la absenta era bastante habitual, la Revolución Industrial cambió el modelo de trabajo y las fábricas necesitaban de una mano de obra que no conocía el descanso. Para aguantar ese ritmo de trabajo muchos de ellos tomaban absenta; era relativamente barata y fácil de adquirir.

Lo que en un primer momento les ayudaba a aguantar las duras jornadas de trabajo más adelante se convirtió en un problema para la salud por los efectos secundarios que tenía. Los consumidores habituales comenzaron a enfermar e incluso a morir, y los dueños de las fábricas se quedaban sin la mano de obra tan necesaria. Así es como nace el absentismo, y tal fue la magnitud del problema, que distintos gobiernos prohibieron su consumo. Bélgica lo hizo en 1905, Suiza en 1910, EE.UU. en 1912 y Francia en 1915.

Hemos evolucionado en estos años. Pero, al igual que en aquel momento, en el mundo laboral confluyen varias situaciones; por un lado, estamos inmersos en la transformación tecnológica, en un mundo totalmente globalizado, con una sensación de estrés constante, y el trabajo no se salva. Y aunque ahora no consumamos absenta sí estamos enganchados a ansiolíticos, antidepresivos, relajantes musculares e hipnóticos. De hecho, su consumo ha aumentado significativamente en los últimos años.

La gente —igual que hace más de un siglo— se «droga» para aguantar el ritmo, pero hay un momento que el cuerpo dice basta, y ahí comienza el problema para las empresas. Quiero hacer una reflexión: el absentismo no es un problema de las empresas; es un problema de salud global, nos concierne a todos.

¿Por qué digo esto? Es un problema para la persona que está enferma, y también para su círculo social; después, evidentemente, lo es para la empresa. Esta tiene que afrontar un coste —directo e indirecto— por las bajas de sus empleados. La tendencia es al alza. Se calcula que en España roza el 7 %, y la bola se va haciendo más grande. Ojo, ¡que el absentismo en la Administración es aún mayor!

Las mutuas colaboradoras con la Seguridad Social son las que gestionan las prestaciones económicas de las incapacidades temporales; es decir, mutuas y Seguridad Social también asumen un coste mayor con este incremento del absentismo. Pero la Seguridad Social lo tiene por partida doble: no debemos olvidar que la gente está enferma, y eso implica destinar más recursos para atender a estos trabajadores.

Creer que el problema solo lo sufre el empleador (empresario o Administración) es un error, e intentar solucionar esto como hicieron antaño, con prohibiciones, no creo que sea menester en una democracia.

La cuestión se torna seria. Antes de tildar que la gente tiene mucha cara dura y coge una baja cuando le da la gana —afirmación que solo desprestigia al colectivo médico— habrá que plantearse muchas preguntas en todos los escenarios en los que se mueven los implicados. A partir de ahí buscar soluciones de forma coordinada. Empecemos con las preguntas: ¿no les parece sensato que las empresas que cuidan de la salud de su gente se puedan beneficiar de cuotas más bajas en la Seguridad Social? O ¿no sería mejor que no se dilatasen las pruebas médicas meses para poder tratar bien a ese paciente y que su recuperación fuese más rápida?

Sí, los absentistas profesionales seguirán existiendo, pero tratar a todas las personas que están enfermas como si fuesen «delincuentes» solo empeora el problema. Necesitamos cambiar el chip, hacer una medicina preventiva, cuidarnos, crear espacios saludables para trabajar... O este problema lo tratamos de forma global, holística y sistémica o estaremos echando más leña al fuego.