Donald Trump tomará posesión como presidente de Estados Unidos el próximo 20 de enero del 2025. Todo hace pensar que a partir de entonces se implicará en favorecer un acuerdo entre Rusia y Ucrania para lograr ponerle fin a la actual guerra, que empezó con la anexión de Crimea por parte de Rusia en el año 2014, aunque no se reprodujo en los términos actuales hasta el 24 de febrero de 2022, cuando Vladimir Putin procedió a invadir Ucrania desatando una guerra que preveía corta. Pese a todos los pronósticos, no lo está siendo por la heroica resistencia de las fuerzas ucranianas.
El presidente Volodímir Zelenski ha manifestado que ningún líder mundial tiene derecho a negociar con Putin sobre Ucrania porque «somos las víctimas y no hemos delegado este mandato en nadie».
Por su parte, el presidente ruso ha afirmado que está dispuesto a reunirse con Donald Trump «en cualquier momento para hallar una salida diplomática con Ucrania». En este sentido también Zelenski se ha mostrado dispuesto a reunirse con Trump «en cualquier momento».
La realidad más incuestionable es la desproporción de fuerzas.
No en vano, Rusia es el país más extenso del mundo, con una superficie de 17,1 millones de kilómetros cuadrados y con 144 millones de habitantes. Ucrania por su parte reúne una población de 36.744.636 habitantes en una superficie de 602.628 kilómetros cuadrados.
Según Putin, sus fuerzas están avanzando «diariamente» en los principales frentes, a un ritmo de kilómetros cuadrados. Y ha aprovechado la ocasión para alabar los esfuerzos impulsados por Brasil, China y Sudáfrica.
En cuanto a la relación con Trump, Putin ha manifestado que lleva cuatro años sin hablar con él, pero se ha mostrado dispuesto a retomar el contacto en cualquier momento (o sea, después del próximo 20 de enero).
En estos términos parece discurrir el futuro de Ucrania.